Sí, sí, ya saben cómo era aquello: izquerda, izquierda, derecha, derecha, delante y atrás, y un, dos, tres. Es que me andan preguntando por el Sínodo de la familia, y que qué me parece.
Pues de momento me parece la yenka, qué quieren que les diga. Muy diver, muy ja,ja,ja pero la primera parte fue un poco así como izquierda, izquierda… suavecito, eso sí, pero parecía que la cosa se escoraba hacia ese lado, entendiendo por “izquierda” un pelín tirando a progre y un regulín -je- sonando a manejo.
Desde esa primera parte hasta ahora, muchísima gente, y algunos purpurados sin cortarse un pelo y dando la cara, vienen diciendo que ojo, y que a rectificar que vienen vientos, y que hay que compensar tanto paso hacia un lado con algunos pasos al otro. Conferencias, libros, declaraciones… Señores: derecha, derecha…, entendiendo como tal volver a la tradición y la praxis recibidas desde siglos.
Una primera parte en la que gente hubo que quiso no dar un pasito adelante, sino el maratón de Nueva York, sin pensar que un maratón tan grande es mucho para todo el pueblo de Dios y que de manera especial los señores obispos no están para muchos trotes. Paso adelante que se quiso convertir en barra libre para cualquier cosa. Lo que estamos observando ahora, leyendo entre líneas, tocando es que menos maratón y que una cosa es pasear a ver qué ocurre y otra hacer de correcaminos. Tras el delante, atrás. Es la impresión: un recoger velas al menos aparente.
Tengo mis dudas con el un, dos, tres que nunca se sabía muy bien cómo bailarlo. Porque en se un, dos, tres podrían caber muchas cosas.
Por ejemplo, que ante la “movida” de la primera parte del sínodo el santo padre haya decidido efectivamente serenar los ánimos dejando claro que el problema no consiste únicamente en hablar de los divorciados vueltos a casar. O quién sabe si esto no es una forma de tranquilizar a la Iglesia aunque por debajo, quedamente, se siga con el pasito adelante y lo de “izquierda, izquierda”. Comentaristas y expertos hay que afirman que el documento post-sinodal está hecho, lo cual sería una tomadura de pelo para el que lo tenga. Otros dicen que no habrá documento post-sinodal, mejor, que ya se hará… y se hará sine die.
Más preocupante es el supuesto de que se reafirme la doctrina tradicional, porque a ver quién es el guapo que se pone por montera Trento, el catecismo y la Familiaris Consortio, pero a la vez animando a que pastoralmente se sea comprensivo y misericordioso y no se cierre ningún camino, lo que acabaría resultando un fraude y otra tomadura de pelo en caso de que aún quedara algo después anteriores.
De momento animo a contemplar el baile, teniendo muy en cuenta que los señores obispos son expertos bailarines muy capaces de cantar derecha, derecha mientras se balancean a la izquierda o al revés. Esto es lo que se denomina bailar a la episcopal, que es como a la gallega pero con solideo, de forma que al final se sabe que quizá bailaron, pero no ni el qué ni el cómo.
Estamos en el momento de la yenka y de poco conocer y menos saber porque tampoco hay especial transparencia y lo que llega es escaso.
¿Quién baile, qué se baila, cómo se hace, quién dirige…? Y fundamental, ¿quién es el pinchadiscos, quién decide que suena? Lo más seguro es, de momento, que quién sabe.
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