“Se acercaron los discípulos de Juan a Jesús preguntándole: “¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan? Jesús les dijo: “¿Es que pueden guardar luto los invitados a la boda, mientras el novio está con ellos? Llegará un día en que lleven al novio, y entonces ayunarán”. (Mt 9,14-17)
Los discípulos de Juan siguen todavía en la línea de la tradición y de los fariseos.
Por eso se escandalizan de la actitud y comportamiento de los discípulos de Jesús.
Ellos siguen en el pasado religioso de la Ley.
Mientras que los discípulos de Jesús están en el tiempo del cambio, de lo nuevo.
Jesús contrapone las dos religiosidades:
La de la Ley que es religiosidad del “luto”.
La nueva religiosidad que es de boda, de amistad, de intimidad, de gozo.
La antigua es una religiosidad regida por la Ley.
La nueva religiosidad está regida por la presencia de Jesús, “el novio”.
Es la religiosidad de “la boda”, por tanto de la fiesta y de la alegría.
Es posible que muchos hayamos sido formados más:
en esa espiritualidad del “ayuno”,
en esa espiritualidad del “luto”,
que en la espiritualidad de la boda, de la fiesta,
de la relación personal con Dios que se hace novio y esposo de la humanidad.
Espiritualidad de la amistad con Dios.
Espiritualidad de la intimidad con Dios.
Espiritualidad de la comunión personal con Dios.
Espiritualidad de la relación nupcial con Dios.
Espiritualidad del amor enamorado de Dios con los hombres.
Guardamos “luto” por los muertos.
Nadie guarda “luto” por los vivos.
Guardamos “luto” por lo viejo.
Nadie guarda “luto” por lo nuevo.
Y Jesús inaugura la espiritualidad del Dios vivo.
Inaugura la espiritualidad del hombre resucitado y vivo.
La espiritualidad de la alegría.
Si Dios es la plena alegría, nuestra relación con El ha de ser participación de esa alegría.
Una espiritualidad no “de estómagos vacíos”,
sino la espiritualidad de “corazones llenos de amistad y amor”.
Mientras el “novio” esté con nosotros, estamos llamados a vivir el ambiente de boda.
Y Jesús resucitado, “el novio”, sigue desposándose cada día con nosotros.
Se desposa con nosotros la hacernos “hijos de Dios” en el Bautismo.
Se desposa con nosotros al derramar su Espíritu en nosotros por la Confirmación.
Se desposa con nosotros al perdonar nuestros pecados en la Penitencia.
Se desposa con nosotros al bendecir nuestro amor en el Matrimonio.
Se desposa con nosotros al consagrar pastores de su rebaño en el Sacerdocio.
Se desposa con nosotros al celebrar sus bodas en la Eucaristía.
Se desposa con nosotros al hacerse viático nuestro en la Unción de los Enfermos.
Se desposa con nosotros en la intimidad de nuestra oración.
Es preciso no caer en la nostalgia de los “ayunos de los discípulos de Juan y de los fariseos”.
Es preciso despertarnos a la alegría de “amigos del novio Jesús”.
Es preciso tomar conciencia de que ya no estamos en la espiritualidad de la Ley.
Es preciso tomar conciencia de que ya estamos en la espiritualidad del amor y la amistad.
Por si a alguno no le ha llegado todavía la tarjeta de invitación a la Boda, desde aquí queda invitado.
Clemente Sobrado C. P.
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