1.- Sí. Pero no ese pasado de reencarnaciones. Tampoco ese pasado que tanto me fastidia recordarlo, porque es mi sombra, el lado negativo de mi vida que mejor… dejarlo ahí. ¿Cuál es entonces mi pasado que debo recordar con cariño? Es mi pasado escrito por Dios y vivido por Dios en mi vida y desde mi vida. Ese pasado tengo que recordarlo cada día.
2.- Yo tengo un pasado maravilloso. Antes de ser yo ya era. Era un pensamiento de Dios. Porque Dios me pensó. Pensó en mí. Fui uno de sus maravillosos pensamientos. ¡Qué estupendo recordar que antes de ser acogido en el seno de mi madre, yo estaba presente en la mente de Dios! ¿No es bello?
3.- Yo tengo un pasado estupendo. Antes de que yo fuese y existiese, yo existía en el corazón de Dios. Dios me amó antes de darme la vida, y me dio la vida precisamente porque me amaba, me quería. Antes de que mi madre me acunase con cariño al ron ron de una canción, Dios me mecía dentro de su corazón. ¿No es maravilloso haber nacido antes en el corazón de Dios que en el corazón de mis padres?
4.- Yo tengo un pasado. Antes de ser y existir, Dios decidió por mí. Y decidió mi existencia. La mía personal. Soy fruto y consecuencia de una decisión, de una opción personal de Dios. Pudo decidir tantas cosas. Y decidió que yo tuviese vida. ¿Y me voy a lamentar de la vida? ¿Una vida que es una decisión generosa de Dios?
5.- Yo tengo un pasado extraordinario. Antes de ser, antes de existir, yo ya era una preocupación para Dios. Pensando en mí, hizo todas las cosas. No quiso que naciese desamparado, ni en el vacío. Pensó el mundo pensando en mí. Por eso mismo, para Dios, yo soy más importante que todo el mundo. Si lo hizo para mí y por mí…
6.- Yo tengo un pasado que debo recordar siempre. Antes de que yo existiese, Él mismo decidió algo estupendo. Decidió hacerse hombre. Ver cómo era eso. Tener esa experiencia de lo humano. Y vio que valía la pena y se dijo: ahora sí quiero que exista y que viva. ¿No vale la pena recordarlo?
7.- Yo tengo un pasado muy antiguo. Si busco en mi historia del pasado me encuentro con cosas maravillosas. Por ejemplo, antes de que yo naciese, Dios ya quiso morir por mí en la Cruz, para que luego yo no tuviese miedo a morir. Quiso hacerse hombre, para que no tuviese miedo a la vida. ¿No te parece extraordinario?
Clemente Sobrado C. P.
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