“El tomó aparte otra vez a los Doce y se puso a decirles lo que iba a suceder. Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles, se burlarán de él, la escupirán, lo azotarán y lo matarán y a los tres días resucitará”. Se le acercaron los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan y le dijeron… Les preguntó: “¿Qué queréis que haga por vosotros?” “Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda”. (Mc 10,32-45)
Jesús está subiendo a Jerusalén.
Los discípulos parecen regresar de Jerusalén.
Jesús habla de muerte.
Los discípulos hablan de vida.
Jesús habla de humillaciones.
Los discípulos hablan éxitos.
Jesús habla de fracasos.
Los discípulos hablan de poder.
Dos direcciones distintas.
Dos mentalidades distintas.
Dos aspiraciones distintas.
Dos metas distintas.
Dos ideales distintos.
Jesús habla de ser entregado.
Ellos hablan de primeros puestos.
Jesús habla de que le escupirán a la cara.
Ellos piensan en los primeros lugares.
Jesús habla de ser condenado a muerte.
Ellos hablan de escoger los primeros sillones.
¿Qué pudo sentir Jesús al ver que sus palabras caían en el vacío?
¿Qué pudo sentir Jesús al ver que sus planes no entraban en los planes de los suyos?
¿Qué pudo sentir Jesús al sentirse totalmente incomprendido?
Jesús piensa en el ideal de servir.
Ellos piensan en el ideal del poder.
Jesús debió experimentar una gran desilusión.
Jesús debió experimentar la sensación de fracaso.
Podemos acompañar a Jesús, y caminar en direcciones opuestas.
Estoy pensando en el Papa Francisco.
Todos le admiramos por su sencillez.
Pero todos seguimos todavía con la vieja mentalidad de la grandeza.
Todos le admiramos por sus viejos zapatos.
Pero nosotros seguimos con ganas de estrenos.
Todos le admiramos por su espíritu de periferia.
Pero mientras tanto, nosotros seguimos pensando en los barrios residenciales.
No basta admirar.
Es preciso imitar.
Pero no un imitar por copiar sino por un cambio de mentalidad.
Es posible que el Papa siga pensando en una nueva primavera eclesial.
Y mientras tanto nosotros seguimos felices en una “iglesia invernal”.
A Pedro le dio con el Evangelio en las narices.
“Apártate de mí “Satanás” tu piensas como lo hombres y no como Dios.
A los Zebedeos les bajo los humos y trata de atraerlos a su camino:
“No sabéis lo que pedís”.
“Los que son reconocidos como Jefes de los pueblos los tiranizan”.
“Los grandes los primen”.
“Vosotros nada de eso”.
Y les abre el verdadero camino de Jerusalén:
Jerusalén es el camino de lo que quieren ser grandes, “sean vuestros servidores”.
Los que quieran ser los primeros, “sean esclavos de todos”.
“El Hijo el hombre no ha venido para que le sirvan sino para servir y dar su vida en rescate por todos”.
El poder domina sobre los demás pero no hace felices.
En cambio “El Evangelio, donde deslumbra gloriosa la Cruz de Cristo, invita insistentemente a la alegría”. (EG 5)
Clemente Sobrado C. P.
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