“Al día siguiente, cuando salió de Betania, sintió hambre. Vio de lejos una higuera con hojas y se acercó para ver si encontraba algo; al llegar no encontró más que hojas, por no era tiempo de higos. Entonces le dijo: “Nunca jamás coma nadie de ti”. (Mc 11,11-26)
Dicen que las apariencias engañan.
Hay muchas vitrinas bonitas pero dentro no hay nada.
No todo lo que reluce es oro.
Hay mucho hierro y aún madera dorados.
Hay muchas famas artificiales.
Hace unos años, un amigo mío me dijo: “Tú estás perdiendo mucho dinero. Invierte doscientos mil dólares en difundir tu imagen y te invitarán de todo el mundo y te ganarás un dineral”.
Hace unos días estaba contemplando un jarrón de flores.
Realmente eran bellas y hermosas. Ni me atrevía a tocarlas.
Cuando pasó alguien y me dijo:
– ¿Te gustan?
– Me encantan, ¿cómo lograr plantarlas en mi jardín?
– No lo podrás hacer nunca. ¿No te das cuenta de que son artificiales?
Jesús tiene hambre. Y cerca del camino contempla una higuera llena de hojas verdes.
Se acercó y se dio cuenta de que todo era pura hoja. Ni un solo higo.
Fe tal su desilusión que la maldijo: “Nunca jamás alguien coma de ti”.
Lo extraño es que el texto dice que “no era tiempo de higos”.
¿Cómo pretender higos fuera de su tiempo?
¿Cómo querer segar el trigo en el invierno?
¿Cómo buscar flores cuando aún no llegó la primavera?
Bueno, ahora ya existen esos espacios cubiertos que las hacen florecer todo el año.
No bastan nuestras apariencias, cuando alguien tiene hambre de verdad.
No bastan nuestras apariencias de bondad, cuando alguien tiene hambre de testimonios.
No bastan nuestras apariencias de servicialidad, cando dejamos que sean los demás los que lo hagan todo.
No bastan nuestras apariencias de ser promotores de comunidad, cuando vivimos nuestras vidas “por libre” y nunca estamos con los demás.
No bastan nuestras apariencias de santidad, cuando nuestros corazones están llenos de telarañas.
No bastan nuestras apariencias hablando mucho de caridad, cuando luego nos pasamos el día juzgando y criticando a los demás.
Las higueras tienen su tiempo para dar fruto.
Pero nosotros no podemos vivir el Evangelio según las estaciones del año o los grandes momentos litúrgicos: Adviento, Cuaresma o Pascua.
Dios espera frutos de nosotros todos los días.
Cada día Dios tiene hambre de nuestra santidad.
Cada día Dios tiene hambre de nuestra generosidad con los demás.
Cada día Dios tiene hambre de nuestra servicialidad con todos.
Cada día Dios tiene hambre de nuestra solidaridad.
Porque cada día, la Iglesia y el mundo necesitan de nuestra santidad.
Porque cada día, nuestros hermanos necesitan de nuestra generosidad.
Porque cada día, nuestros hermanos necesitan de nuestra servicialidad.
Porque cada día, nuestros hermanos necesitan de nuestra solidaridad.
Porque cada día, nuestros hermanos necesitan de nuestra alegría.
Porque cada día, el mundo necesita testigos del Evangelio.
Las apariencias son una manera de engañar a los demás.
Pero también una manera de engañarnos a nosotros mismos.
Las apariencias pueden ganarnos admiración.
Pero sólo la verdad es capaz de hacernos felices.
Las apariencias engañan a los de afuera, pero nos hacen sentir nuestro vacío interior.
Clemente Sobrado C. P.
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