Hablar de Dios como lo hace el evangelio es hablar de un misterio que nos supera sin abrumarnos. Pues dice lo que más desea un corazón humano: que nos quiere aquel por quien somos y existimos. El evangelio nos asegura que al ser bautizados en Él, somos por Él acompañados y salvados, seamos de la nación que seamos.
Cada comunión es vida y salvación que recibimos de ese Dios amoroso. Es posible entrar en comunión con Él, porque se ha abajado y se ha puesto a nuestra altura para elevarnos y plenificarnos.
Comulguemos con fe, con conciencia, con más amor, porque Dios Padre nos entrega a su Hijo en cada Eucaristía y nos infunde la fuerza de su Espíritu Santo ¡Merece la pena recibir a Dios conscientes y bien preparados, y con la misma alegría con que lo han hechos los niños de nuestras parroquias en los recien pasados días de Pascua!
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