Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote
“Y tomando una copa pronunció la acción de gracias y dijo: “Tomad esto, repartidlo entre vosotros; porque os digo que no beberé desde ahora el fruto de la vida, hasta que venga el reino de Dios”. Y, tomando pan, pronunció la acción de gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: “Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía”. Después de cenar hizo lo mismo con la copa, diciendo: “Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por vosotros”. (Lc 22,14-20)
Celebramos hoy la fiesta de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote.
Y el Evangelio nos retrotrae a la institución de la Eucaristía.
De nuevo sentados todos a la misma mesa.
Comiendo todos el mismo pan convertido en Cuerpo de Jesús.
Bebiendo todos del mismo vino convertido en la Sangre derramada de Jesús.
Grano sembrado, convertido en espiga.
Convertido en harina.
Convertido en pan.
Hecho pan de vida, pan de Eucaristía.
Hecho “Cuerpo entregado” de Jesús.
Hecho comunión de todos nosotros.
Vid cargada de racimos.
Uvas estrujadas en el lagar.
Unas convertidas en sabroso vino.
Vino convertido en Sangre derramada de Jesús.
Sangre hecha comunión y sacramento de la Alianza nueva.
Jesús, sacerdote de la nueva alianza.
Jesús que se encarna en el pan y cuerpo de comunión.
Jesús que se encarna en vino y sangre de alianza.
Jesús que nos hace compartir su sacerdocio para actualizar su entrega y su nueva alianza.
Eucaristía nueva encarnación de Jesús.
Sacerdocio que actualiza cada día la encarnación de Jesús.
Eucaristía memoria del futuro y del pasado.
Pan y vino.
Cuerpo y Sangre, sacramentos de la muerte y resurrección.
Pan y vino.
Cuerpo y sangre creadores de la comunión y comunidad de vida fraterna.
La primera encarnación en el seno de María, por obra del Espíritu Santo.
La segunda encarnación en el pan y en el vino, por obra de Jesús sumo y eterno sacerdote.
Las encarnaciones eucarística en el pan y en el vino, por obra del ministerio sacerdotal.
María entregó el Jesús encarnado a la humanidad.
Jesús entregó su encarnación eucarística, como sacramento pascual, en el pan y en el vino.
Y este pobre sacerdote contempla cada día a Jesús encarnado en el pan y en el vino, en sus manos sacerdotales: “Haced esto en conmemoración mí”.
Miro mis pobres manos:
y veo florecer el pan en el Cuerpo entregado de Jesús.
y veo florece el vino, zumo de la vid, en la Sangre derramada de Jesús.
y veo florecer en comunión fraterna.
Ya no son manos de la Antigua Alianza de la Ley.
Son manos de la alianza nueva.
De la alianza no escrita en piedra sino en la entrega y la nueva vida.
De la alianza no hecha Decálogo sino transformada en el amor eterno de Dios.
Clemente Sobrado C. P.
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