“ Dijo la gente a Jesús: “¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra?” (Jn 6,30-35)
Tenía razón Jesús para decirles que le seguían por el estómago, y no porque habían visto el signo. Porque casi a continuación la gente le exige a Jesús para creer en el dos cosas:
¿Qué signos haces?
¿Cuál es tu obra?
Cuesta creer en él.
Se le exige señales y signos que den razón de él.
Se le exige explique claramente cuál es su misión, su obra.
Uno se pregunta:
¿qué pasa con nuestro corazón, para no ver los signos que Dios nos ofrece?
¿qué pasa con nuestro corazón, para no ver y reconocer la obra salvadora de Jesús?
O tal vez sería mejor preguntarnos ¿qué señales tendrá que darnos Dios para que podamos creer en él? Diera la impresión de que:
No todos los signos son suficientemente claros.
No todos los signos son suficientemente inteligibles.
Que los únicos signos que nosotros entendemos son los que a nosotros nos interesan.
Que nos cuesta leer el actuar y el comportamiento de Dios.
Que nos cuesta leer lo que Dios escribe cada día en nuestras vidas.
Pero tampoco creo sea suficiente lamentar la ceguera de aquella gente.
Que tampoco la podemos negar.
Y que todo esto nos plantea, tanto a la Iglesia como nosotros sus miembros, varias inquietudes y responsabilidades.
Es cierto que Dios tiene un lenguaje propio.
Y que nosotros tenemos que aprender a leer e interpretar.
Pero también es verdad que no todo lo que hacemos es legible para la gente.
Que no todo lo que hablamos es inteligible para la gente.
Que podemos decir muchas cosas que a la gente no le dicen nada.
Que podemos hablar desde nosotros, pero no desde lo que la gente es capaz de entender.
Que podemos hacer muchas cosas que a la gente le resultan indiferentes.
Que posiblemente no es suficiente eso de “siempre ha sido así”.
Que posiblemente lo que en un tiempo tenía valor hoy no lo tenga.
Que a veces hablamos en chino a quienes solo hablan quechua.
Que a veces hablamos para que entiendan los grandes teólogos o para demostrar nuestra ciencia, pero que todo ello no llega a la gente.
Que palabras que en otro tiempo decían algo, hoy resultan extrañas.
Que exigencias que en otro tiempo pudieran ser válidas, hoy a la gente le resbalan.
Lo cual requiere de nosotros también un cambio:
Jesús no les dio la razón y hasta manifestó la extrañeza de su falta de fe.
Pero, si bien la verdad sigue siendo la misma, su presentación no puede ser igual.
¿Qué signos de credibilidad pie el hombre de hombre de hoy?
Signos de libertad.
Signos de compromiso con los oprimidos.
Signos de coherencia entre fe y vida.
Signos de pobreza y compromiso.
Signos de sencillez y no de exhibicionismo.
No hablemos mucho, pero vivamos mucho.
Que nuestras vidas sean las que hacen creíble a Jesús.
Clemente Sobrado C. P.
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