16 de abril.

Jesús con Nicodemo.

Jesús con Nicodemo.



JUEVES DE LA SEGUNDA SEMANA DE PASCUA


Primera lectura


Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (5,27-33):

En aquellos días, los guardias condujeron a los apóstoles a presencia del Sanedrín, y el sumo sacerdote les interrogó: «¿No os habíamos prohibido formalmente enseñar en nombre de ése? En cambio, habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre.»

Pedro y los apóstoles replicaron: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. La diestra de Dios lo exaltó, haciéndolo jefe y salvador, para otorgarle a Israel la conversión con el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen.»

Esta respuesta los exasperó, y decidieron acabar con ellos.


Palabra de Dios



Salmo


Sal 33,2.9.17-18.19-20

R/. Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha


Bendigo al Señor en todo momento,

su alabanza está siempre en mi boca.

Gustad y ved qué bueno es el Señor,

dichoso el que se acoge a él. R/.


El Señor se enfrenta con los malhechores,

para borrar de la tierra su memoria.

Cuando uno grita, el Señor lo escucha

y lo libra de sus angustias. R/.


El Señor está cerca de los atribulados,

salva a los abatidos.

Aunque el justo sufra muchos males,

de todos lo libra el Señor. R/.



Evangelio de hoy


Lectura del santo evangelio según san Juan (3,31-36):

El que viene de lo alto está por encima de todos. El que es de la tierra es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo está por encima de todos. De lo que ha visto y ha oído da testimonio, y nadie acepta su testimonio. El que acepta su testimonio certifica la veracidad de Dios. El que Dios envió habla las palabras de Dios, porque no da el Espíritu con medida. El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano. El que cree en el Hijo posee la vida eterna; el que no crea al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él.


Palabra del Señor



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1. a) Valiente el testimonio de Pedro y los apóstoles delante del Sanedrín. Las autoridades les habían mandado callar, no hablar de Jesús. Pero la Palabra no conoce obstáculos: los apóstoles tienen que obedecer a Dios y no a los hombres. No pueden dejar de predicar la Buena Noticia.


Ya les había anunciado Jesús que les llevarían ante los tribunales, y que el Espíritu les inspiraría qué decir y cómo defenderse. En efecto, de un modo muy vivo, y movido por el Espíritu, Pedro aprovecha de nuevo la ocasión para proclamar con nuevos matices su convicción sobre Cristo Resucitado:


– el «Dios de nuestros padres», el del AT, el que conocen bien las autoridades de Israel, es el mismo que ha actuado ahora,


– al Jesús a quien «vosotros matasteis colgándolo de un madero», la muerte más infamante de la época,


– Dios le ha resucitado,


– le ha constituido jefe y salvador,


– y por él concede el perdón de los pecados.


Por tanto, Jesús ha pasado de la ignominia de la cruz a la gloria de la resurrección.


La afirmación final es concreta y atrevida: «de esto somos testigos nosotros y el Espíritu Santo». Realmente están llenos de Espíritu estos discípulos de Jesús. No sólo dicen lo que han visto: lo interpretan desde la luz y la fuerza del Espíritu.


Es un magnífico resumen de la fe pascual y de la predicación sobre Jesús en la primera comunidad.


b) De nuevo los apóstoles nos han dado ejemplo de valentía y coherencia. A lo largo de los siglos, cuántos cristianos los han imitado dando testimonio incluso con sus vidas, de su fe en el Resucitado.


Si también nosotros estuviéramos llenos de fe, se volvería a repetir el hecho. Seríamos pregoneros valientes en medio del mundo -en nuestras familias, en medio de los jóvenes, en los diversos campos de nuestra actuación social- de cuál es nuestra fe, de quién es el Salvador que el mundo espera y necesita.


Por grandes que fueran las dificultades o las persecuciones, si nosotros fuéramos en verdad personas «pascuales», llenas de fe pascual, y nos dejáramos guiar por el Espíritu, se nos notaría en todo momento, en las palabras y en las obras. Seríamos independientes en relación a las modas o a las corrientes ideológicas o a los intereses humanos, económicos y sociales. Nadie podría poner trabas a la Palabra, a la evangelización.


Nunca se nos ha prometido que esto sería fácil. Como no lo fue para Pedro y los suyos. «Su respuesta exasperó a las autoridades y decidieron acabar con ellos». No nos extrañen las reacciones de muchos contemporáneos nuestros ante el testimonio evangélico del Papa, o de los episcopados, o sencillamente de familias y personas cristianas que viven coherentes su fe en un barrio o en su ambiente concreto.


2. a) Las palabras con las que concluye el diálogo de Jesús con Nicodemo son el resumen de todo el evangelio de Juan:


– Jesús ha venido del cielo, es el enviado de Dios, nos trae sus palabras, que son la verdadera sabiduría y las que dan sentido a la vida: son la mejor prueba del amor que Dios tiene a su Hijo y a nosotros;


– el que acoge a Jesús y su palabra es el que acierta: tendrá la vida eterna que Dios le está ofreciendo a través de su Hijo; el que no le quiera aceptar, él mismo se excluye de la vida.


b) Nosotros seguramente hemos hecho hace tiempo la opción, en nuestra vida, de acoger a Jesús como el enviado de Dios. Hemos considerado que es él quien da sentido pleno a nuestra existencia, y nos esforzamos por seguir su estilo de vida. Estamos guiándonos, no con los criterios «de la tierra», sino los «del cielo», como decía Jesús a Nicodemo.


Esto supone que nos esforzamos, día tras día, en ir asimilando vitalmente las categorías evangélicas, para no dejarnos llevar de las categorías humanas que se respiran en este mundo, que son «de la tierra» y a veces opuestas a las «de arriba».


Pedro nos ha dicho que Jesús es el Jefe y Salvador, que en él encontramos el perdón de los pecados. El evangelio nos ha repetido que el que cree y sigue a este Jesús posee la vida eterna. Esto nos llena de alegría y a la vez de compromiso.


Si tenemos la posibilidad y la opción de una Eucaristía diaria, ella nos da la mejor ocasión de acudir a la escuela de Jesús, de escuchar su Palabra, de dejarnos iluminar continuamente por los criterios de Dios. Para que nuestra categoría de valores y nuestra manera de pensar y de interpretar a las personas y los hechos de la historia vayan coincidiendo plenamente con la de Dios. Y además, la Eucaristía nos da la fuerza diaria para que podamos realizar esto en la vida.




22:40
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