Bocadillos espirituales para vivir el Adviento: Miércoles de la 2 a. Semana – Ciclo B

“Entonces, exclamó Jesús: “Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy mando y humilde de corazón, y encontrarán descanso. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera”. (Mt 11,28-30)


Necesitamos serenidad y tranquilidad.

Necesitamos para el espíritu.

Necesitamos la serenidad del lago para que refleje mejor el cielo.

Necesitamos la serenidad del corazón para ver y escuchar mejor al Espíritu.

Porque el Espíritu no habla en el bullicio.


Pero la realidad de cada uno suele ser distinta:

Nuestra mente se parece más a una feria.

Nuestro corazón tiene mucho de romería.

Vivimos agitados.

Vivimos nerviosos.

Vivimos tensos.

Vivimos estresados.


Por eso nos cuesta tanto:

Escucharnos a nosotros mismos.

Escuchar al Espíritu que nos habita.

Escuchar la voz de Dios que “está a la puerta y llama”.

Y cuando en casa hay demasiado bullicio no es fácil escuchar la puerta.


Por eso mismo, Jesús:

Nos invita a cuantos vivimos cansados.

Nos invita a cuantos estamos agobiados.

Nos invita a cuanto andamos con la vida revuelta.

Y nos invita para poner calma en nuestro espíritu.

La presencia de alguien que está alegre, levanta el espíritu.

La presencia de alguien que está sereno, invita a la tranquilidad.

La presencia de quien vive con paz, despierta paz.


Dios es paz.

Jesús es paz.

El Espíritu es paz.

De San Ignacio se cuente que alguien le dijo:

“Padre Ignacio, ¿qué pasaría si el Papa suprime la Compañía de Jesús?

El, luego de un momento de silencio respondió:

“Me bastaría media hora de meditación y recobraría la paz del Espíritu”.


El encuentro con Jesús nos devuelve la serenidad.

El encuentro con Jesús en la meditación pone paz en nuestro corazón.

El encuentro con Jesús en un rato de diálogo en la contemplación, nos reconstruye interiormente y nos serena el espíritu.

Lo dice él mismo: “vengan a mí todos los que están cansados y agobiados y yo os aliviaré”.


Las cosas nos alteran.

Las cosas nos ponen nerviosos.

Los quehaceres de la vida no nos dejan tiempo para estar a solas con nosotros.

Tampoco no dejan tiempo para dedicarle un tiempo a sentarnos a los pies de Jesús.

Un momento diario de tiempo escuchando a Dios, nos devolvería la paz y la tranquilidad.

El problema es que nos refugiamos siempre en ese “no tengo tiempo”.

Los mismos sacerdotes vivimos demasiado cargados que quehaceres.

También a nosotros nos falta tiempo para “estar con El”.


Y por eso, a parte de que perdemos la comunicación con El, también nosotros vivimos demasiado tensos y fácilmente perdemos el humor.

No hay nada más bello que los que disfrutan de la paz de Jesús.

Los nerviosos alejan a los demás.

Los serenos, tranquilos y felices atraen a la gente.

La meditación contemplativa es el mejor camino para que nuestro corazón sea un remanso de paz.


Clemente Sobrado C. P.




Archivado en: Adviento, Ciclo B Tagged: cansancio, estres, Jesus, paz, serenidad, tension, tranquilidad
21:04

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