Te quedas, como vulgarmente se dice, a cuadros. Llevaba yo creo que años y años sin ver a Piedad. Bonito encuentro de amigos, del cura con una antigua feligresa. Creo que los dos hemos cambiado. Ella cada vez más progre y liberal. Servidor, por lo visto, convertido en un radical de cuidado. Cosas de la vida.
De todo lo que hablamos en un rato hubo una cosa que me llamó poderosamente la atención. No me digan cómo surgió el asunto pero el caso es que Piedad me confesó que ella no cree que Dios sea todopoderoso. La cosa ciertamente tiene bemoles, porque si Dios no es todopoderoso directamente deja de ser Dios para convertirse en otra cosa, eso te lo explica el filósofo más elemental.
Me atreví a decirle que hombre, que eso de que Dios es todopoderoso está en el símbolo apostólico, y que la Iglesia entera lo viene proclamando desde hace casi dos mil años. Que ese credo lo han proclamado y hecho vida gente tan necia, simple y poco crítica como san Agustín, san Ambrosio, san Gregorio o san Jerónimo. Que ese es el credo de santos como Antonio Abad, Benito, Domingo y Francisco. Que también lo proclamaron y confesaron así santos como Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, Ignacio de Loyola y Francisco Javier. Seguí alegando que eso de que creo en Dios Padre todopoderoso lo afirmaron Teresa de Calcuta, Juan XXIII, Juan Pablo II, que lo sigue haciendo el papa Francisco, y que cada domingo lo declaran millones de católicos en todo el mundo, y que si eso no le hacía pensar que tal vez su afirmación hubiera de ser revisada.
A ver, le argumenté, si la Iglesia entera lleva dos mil años con eso de que creo en Dios Padre todopoderoso… lo mismo eres tú la que necesita revisar sus afirmaciones de fe, a lo mejor lo que te pasa es que necesitas preguntar y que te expliquen, porque claro, si Dios realmente no es todopoderoso, al final va a resultar que la Iglesia entera lleva dos mil años por el camino del error. A mí me daría vértigo negar una verdad de fe de este calibre.
Su respuesta: a mí no. La Iglesia dice eso, y vale que mucha gente también, pero a lo mejor lo dice como borregos. Yo desde luego no lo creo y me da igual lo que crean los demás, ellos tienen su forma de ver las cosas y yo la mía, y como es la mía a mí me vale. Además –y aquí viene la frase de oro- tú lo que tienes que hacer es respetarme…
Es inútil. Porque el fondo siempre es el mismo: no hay maestros, no hay normas, no hay dogmas de fe, no existen los principios generales. ¿Entonces? Pues eso: adolescentes que en cada momento reaccionan con lo que se les ocurre sin más criterio que es que yo lo veo así, y como es mi forma, pues es tan válida como la de cualquier otro. Eso se llama humildad, y lo demás son bobadas. Es fantástico: no hay necesidad de estudiar, preguntar, contrastar. ¿Y si estuvieras equivocada, Piedad? Pues es mi problema, a lo mejor el equivocado eres tú.
Es igual. Piedad, mujer, que yo te digo por qué lo creo así: la historia, la tradición, la fe, la iglesia, los dogmas. Vale, Jorge, es tu forma de verlo, yo tengo otra. ¿Tú por qué lo crees de otra manera? Porque sí. Es mi forma y es lo que vale, que es lo mío, y si no lo aceptas exactamente así, es que eres un intolerante y un radical.
Triste. Pero muy abundante.
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