Afirma Charles Morganen “El escritor y su mundo”:
Las palabras “sereno” y “serenidad” han caído casi en desuso y, sin embargo, la idea que expresan no ha dejado de existir. ¿Por qué entonces han caído en ese desuso? Las palabras quedan fuera de circulación por nuestro consciente deseo de evitarlas. Hace cincuenta años nuestros padres y nuestras madres hubiesen utilizado laboriosos circunloquios, que hoy nos harían reír, para evitar ciertas palabras necesarias para la descripción de ciertas partes y ciertas funciones de nuestro cuerpo. Muchas de esas palabras las usamos hoy con absoluta normalidad y nos enorgullecemos de ello. Y, sin embarga, hay que admitir que existen otras palabras que intentamos evitar siempre. Si nuestros padres se sentían incómodos al pensar sobre algunas partes de nuestro cuerpo, nosotros parecemos avergonzarnos de ciertas partes de nuestras almas.
¿Por qué procuramos no pronunciar esas hermosas palabras que se refieren a la vida espiritual, como dignidad, inspiración, compromiso, serenidad? Porque las ideas que contienen esas palabras han sido el reclamo con el cual hemos sido perjudicados muchas veces. Se ha abusado de ellas y hoy representan nuestros fracasos, nuestra sentencia. Dignidad, inspiración, compromiso, serenidad, no son palabras que constituyen ninguna pena de muerte. Solamente el desquiciado desorden de nuestra época, la degradación de la tragedia humana en una farsa absurda, nos induce a despreciar lo que podría ser nuestra salvación (…) Lúcido, (sereno quizás es una palabra más expresiva que incluye la lucidez) es importante asociar ambas palabras, pues la penetración en la esencia de las cosas, a través de la luz y la transparencia constituye el fin último de la serenidad: la distinción entre el bien y el mal.
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