Hay un autor contemporáneo (M. Hubaut) que describe muy bien la profunda insatisfacción experimentada por muchas parejas o muchos religiosos que se habían imaginado, un poco demasiado pronto, poder encontrar, en su vida conyugal o en su vida comunitaria, la satisfacción total de sus deseos de transparencia y de intercambio en profundidad. Un día u otro habrán de descubrir que sólo Dios puede colmar sus deseos de ser totalmente comprendidos, plenamente colmados, infinitamente amados.
«¡Cuántos fracasos, en la vida de relación de las parejas y de las más diversas comunidades, son fruto de un sueño decepcionado! Nuestra sociedad, despersonalizadora y funcional, tiende necesariamente a sobrevalorar la pareja o la comunidad. Sedientos de amistad, de amor, empujados por esta incoercible necesidad de amar y de ser amados, soñamos fácilmente con la fusión, con la transparencia, con la pareja perfecta o con el grupo unánime. Un sueño más alienante que liberador, y que prepara días futuros nada halagüeños. Muchos entusiasmos, insuficientemente arraigados en la condición humana, engendran enamorados decepcionados, hermanos o hermanas agriados y amargados. La desilusión fabrica seres individualistas blindados, que se prometen, en su corazón herido, no estar dispuestos a hacer de nuevo el intento de la "fraternidad" o del "amor conyugal”.
Simplemente se había olvidado decirles, al comienzo que para lograr una verdadera relación humana, es preciso haber asumido con humildad y humor, el misterio del hombre. Todos esos deseos de ser amado, de ser reconocido, de poseer, le revelan su deseo infinito, la radicalidad de lo incompleto de su ser. la profundidad de lo inacabado del mismo.
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