“Dijo Jesús a la gente: “¿A quién se parece esta generación? Se parece a los niños sentados en la plaza que gritan a todos: “Hemos tocado la flauta y no habéis bailado, hemos cantado lamentaciones y no habéis llorado”. (Mt 11, 16-19)
¿Nos reconoceremos en este Evangelio?
¿De qué se trata?
Jesús hace una especie de juicio o crítica de la generación que le toca vivir.
¿Y qué juicio hace de ella?
Algo bien sencillo y simple.
Una generación caprichosa.
Una generación que hace caso a nadie.
Una generación que vive a su aire.
Una generación que se cierra a lo que pasa en su entorno.
Digamos que una generación no escucha nadie.
Una generación que prescinde de todos.
Una generación que vive a su antojo.
Da igual que los niños toquen la flauta en la plaza que ellos no bailarán.
Da igual que los niños canten lamentaciones, no derramarán ni una lágrima.
Una generación que vive encerrada sobre sí misma.
Jesús no lo dice, pero lo deja entender.
A buenos entendedores, pocas palabras.
Lo que Jesús les dice es que tampoco le hacen caso a El.
Jesús puede hablar del hombre, pero no escuchan.
Jesús puede hablar de Dios, pero no escuchan.
Jesús puede hablar del amor, pero no le escuchan.
Jesús puede hablar del Reino, pero ni caso.
Jesús puede hablar de amar al prójimo, “no se oye padre”.
Es una generación encerrada sobre sí misma.
Es una generación que no quiere más verdades que las suyas.
Es una generación que no se oye más que a sí misma.
¿Y qué juicio o crítica haría Jesús de la generación de hoy?
¿No tiene mucho de parecido?
¿No vivimos una cultura del individualismo?
¿No vivimos una cultura en la que cada uno tiene su propia verdad?
¿No vivimos una cultura en la que se habla mucho del hombre, pero nosotros nos hacemos que no oímos? Son pocos los que “bailan o lloran”
¿No vivimos una cultura en la que se habla mucho de la justicia, pero nosotros ni nos enteramos? Son pocos los que “bailan o lloran”.
¿No vivimos una cultura en la que se habla mucho de la paz? ¿Y cuántos “bailan o lloran”?
¿No vivimos una cultura donde muchos tienen hambre? ¿Y cuántos bailamos o lloramos?
¿No vivimos una cultura de la igualdad entre hombre y mujer? ¿Cuántos bailamos o lloramos?
Nos quedamos cada uno con los nuestro.
Si hablamos de la verdad pronto buscamos razones para pasar de largo.
Si hablamos de religión muchos piensan que son utopías.
Si hablamos de solidaridad, muchos preferimos “primero lo mío” y “después también lo mío.
Esto lo experimentó muy bien Jesús:
Vino Juan que ni comía ni bebía y responden “Tiene un demonio”.
Vino el Hijo del hombre que bebe y come y responden: “Ahí tenéis aun comilón y borracho, amigos de publicanos y pecadores”.
Señor: Hazme sentir solidario con los demás.
Señor: dame la gracia de escuchar a los demás.
Señor: dame la gracia de escuchar el Evangelio.
Señor: dame la gracia de escuchar la Iglesia.
Señor: dame la gracia de bailar y de llorar
Clemente Sobrado C. P.
Archivado en: Adviento, Ciclo A Tagged: egoismo, reino de dios, solidaridad
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