El otro día me ocurrió una cosa muy graciosa. Me voy a la cama y nada, que no me dormía. Allí estaba: tumado de un lado, tumbado de otro, boca arriba. No me dormía. Pensé, debe ser que esto que he escrito hoy del aceite bendito me ha puesto muy nervioso. Al final, me dormí a las cinco de la mañana.
Al día siguiente, varias horas después de despertarme, me entró sed. Me dije, voy a tomarme un vaso de Coca-Cola. Al sacar la botella de la nevera, descubro que era Coca-Cola light con cafeína. Yo la compro siempre sin cafeína. Pero entonces me acordé que ese día en mi tienda de chinos, no quedaba. La compré y días después ya no me acordaba.
Y la noche anterior me había tomado un vaso después de la cena. Y justo antes de irme a dormir me dije: el caso es que tengo sed, y me bebí otro vaso y medio más. Y yo venga a echarle la culpa a la excitación que me producía lo que había escrito acerca del aceite bendito. Seguro que mi ángel de la guarda se hubiera reído si hubiera podido.
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