“Uno de los comensales dijo a Jesús: “Dichoso el que coma en el banquete del reino de Dios”. Jesús le contestó: “Un hombre daba un gran banquete y convidó a mucha gente; a la hora del banquete mandó a un criado a avisar a los convidados: “Venid que ya está preparado”. Pero ellos se excusaron uno tras otro”. (Lc 14,15-24)
Alguien descubre lo importante que es poder comer en el banquete del reino de Dios.
Como siempre, Jesús responde abriendo nuevos horizontes.
Para llegar a la mesa y al banquete del reino:
Hay que sentir primero la llamada.
Hay que escuchar la llamada.
Hay que responder a la llamada.
Hay que poner a Dios como valor supremo por encima de los demás valores.
No se puede sentar a la mesa del banquete de reino:
Cuando en nuestras vidas, hay otras preferencias.
Cuando en nuestras vidas, las cosas son más importantes que Dios.
Cuando escuchamos más la llamada de nuestros intereses que la llamada de Dios.
Cuando nuestros campos son más importantes que la invitación de Dios.
Cuando una yunta a bueyes son más importantes que la invitación de Dios.
Cuando la luna de miel es más importante que la invitación de Dios.
Cuando nuestras cosas son más importantes que sentarnos con Dios.
Cuando lo nuestro es más importante que la amistad con Dios.
Cuando lo nuestro es más importante que nuestra respuesta a Dios.
Pongámonos a pensar un poco en silencio, y veamos qué preferencias hay dentro de nuestro corazón.
Porque el problema de la fe no es creer que Dios existe.
Porque el problema de la fe no es aceptar la existencia de Dios.
Sino qué lugar ocupa Dios en nuestro corazón.
Qué lugar ocupa la invitación de Dios en medio de las invitaciones humanas.
Qué lugar ocupa la invitación de Dios ante el reclamo de las cosas.
Si tomásemos en serio esta parábola de Jesús, pudiéramos hacernos toda una serie de cuestionamientos. Veamos alguna de nuestras realidades:
No voy a Misa porque me ha llegado una visita.
No voy a Misa porque tengo muchas cosas que hacer en casa.
No voy a Misa porque he planificado un fin de semana en el campo.
No voy a Misa porque me han invitado unos amigos.
Prefiero unos minutos de placer a la fidelidad a mi Bautismo.
Prefiero ese llamado “derecho a ser feliz” a las exigencias del Evangelio sobre el matrimonio.
Prefiero una mayor comodidad a ser honrado en los negocios.
Prefiero una película pornográfica a la voz de mi conciencia de que le estoy fallando a Dios.
La meta de todos será siempre “el banquete del Reino”.
Pero los caminos serán siempre:
El valor que les damos en nuestro corazón.
El lugar que ocupa Dios en nuestro corazón.
El sentirse invitado por Dios.
El aceptar su invitación.
El responder a la invitación y llamada de Dios.
Las excusas no valen ante Dios.
Las disculpas no valen para Dios.
Podrán justificar nuestra conciencia apagada, pero no justificarnos El.
El banquete del Reino no fracasará.
La sala del banquete del Reino no quedará vacía.
Siempre habrá pobres y pecadores en los caminos que escucharán su voz.
Siempre habrá pobres y pecadores que estarán dispuestos a asistir.
Claro que, aún en estas circunstancias prefiero creer en aquello que escribió Paulo Coelho: “Dios siempre me dio una segunda oportunidad en la vida”.
Clemente Sobrado C. P.
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