Domingo 31 Tiempo Ordinario – C
Pudiera que este título suene mal a muchos.
Porque, con esto de “ricos malos” y “pobres buenos”, decir que Dios ama a lo ricos pudiera tener hoy una resonancia un tanto extraña.
Pero, Dios no es de los que divide la sociedad:
En buenos y malos.
En ricos y pobres.
En blancos y negros.
En sabios e ignorantes.
Dios es de los que, por encima de todo, ve a las personas.
Y él mismo lo dijo:
“no he venido a buscar a los sanos sino a los enfermos”,
“no he venido a recrearme con los buenos sino a buscar a los malos”.
Hay ricos malos y hay ricos buenos.
Como también hay pobres malos y pobres buenos.
Y Jesús viene a buscar a los malos sean estos ricos o pobres.
Llamó a Mateo y lo invitó a seguirle.
Y ahora él mismo se invita a la casa de otro rico, llamado Zaqueo, malo por donde se le mire: “Publicano y Jefe de publicanos”.
Pero un rico que insatisfecho y vacío.
El dinero dejaba demasiados agujeros en su corazón.
Un rico que no estaba sentado sino que andaba por los caminos.
Un rico que también buscaba algo más que el dinero.
Su corazón buscaba algo más que la plata.
Tal vez, inconscientemente, su corazón buscaba vivir la alegría de la verdad.
Hay ricos instalados en sus riquezas y que no necesitan más.
Como también hay ricos que buscan y, hasta se atreven hacer el ridículo “queriendo ver a Jesús”.
Zaqueo era uno de esos ricos, aunque pobre de estatura.
Pero con grandes ansias de ver a Jesús.
¿Sería solo cuestión de verlo, como esos fans que se suben a donde sea, para poder ver a sus ídolos?
¿Y por esa simple curiosidad se sube a un árbol?
Es la gente le impide verlo.
Estoy seguro que ahí hay mucho más.
Ahí hay el deseo de un ver para poder cambiar.
Y resulta curioso que Jesús:
pase bajo el árbol,
levante su cabeza para verle,
le llame por su nombre
y se auto invite a cenar en su casa.
Jesús sabe muy bien que aquello será mal visto.
Sabe que los “santos fariseos” se escandalizarán.
Pero a Jesús eso le importa poco.
Le interesa más encontrarse con el que, no era malo, sino que sencillamente vivía extraviado.
Y que como oveja perdida también lo encontró.
Y también aquí quiso celebrarlo con un banquete.
La prueba es que también los ricos son capaces de cambiar cuando se encuentran con Jesús.
También los ricos son capaces de desprenderse de sus riquezas, repartiéndolas a los pobres, cuando se encuentran con Jesús. “Daré la mitad de mis bienes a los pobres”.
No es cuestión de condenar a los ricos, sino de que los ricos se encuentren con Jesús.
No es cuestión de condenar a los ricos, sino preguntarnos ¿qué hacemos para que los ricos vean a Jesús?
No es cuestión de condenar a los ricos, sino cómo llegar a ellos y servir de árbol al que también ellos puedan subirse para verlo pasar.
No es cuestión de condenar a los ricos, por ser ricos, sino ver cómo hacemos para que también ellos escuchen que Jesús los llama por su nombre y se invita él mismo a cenar con ellos.
No es condenando que salvaremos a los ricos, sino poniéndolos en el camino donde vean a Jesús y Jesús los vea.
No condenemos a nadie.
Hagámosles visible a Jesús.
No condenemos a nadie, esperemos a que Jesús los llame por su nombre.
Clemente Sobrado C. P.
Archivado en: Ciclo C Tagged: conversion, egoismo, rico, riqueza, salvacion, zaqueo
Publicar un comentario