Braojos: musica pseudo litúrgica o pseudo música litúrgica

Es que todavía no lo tengo claro.

En los pueblos, en mis pueblos, las fiestas son eso, las fiestas. Este primer año que las paso, decidí que era momento de callar, observar, conocer costumbres y ya iremos viendo. En eso estoy. Aprendiendo casi día a día con lo que los colaboradores parroquiales y los más viejos del lugar, sobre todo las más viejas, me cuentan que vienen haciendo año trasaño.

La cosa litúrgica, en Braojos, no tiene mayor problema en general. Celebramos la novena de la Virgen del Buen Suceso con rosario, confesiones, misa y rezos propios. La novena acabó el miércoles según costumbre. Jueves, viernes y mañana domingo, misa solemne de la Virgen seguida de procesión ¡los tres días! Hoy sábado tenemos romería a la ermita donde pasaremos la jornada entre ofrenda floral, misa, música y comer y beber, imprescindible.

Lo más sorprendente, chusco y a la vez tierno, el asunto de la música litúrgica, o lo que sea, que hemos tenido en estos días. Me dijeron que para las tres misas solemnes de jueves, viernes y domingo no hacía falta preparar cantos porque contábamos con una banda de música como se había hecho siempre. Pues viva la banda.

En realidad, la banda, o los músicos que aquí dicen, consiste en dulzaina y tamboril. Punto. Pues bien, esta supuesta banda se encarga de la “música litúrgica”. Para las misas, como canto o marcha de entrada, una marcha, o algo parecido, que no conseguí identificar, pero que tampoco chirriaba en exceso. Aleluya cantado por las señoras. Bien. Ofertorio en forma de “Saber que vendrás” para dulzaina y tamboril, santo señorial (vamos, que cantan las señoras), marcha real en la consagración, canto de paz y en la comunión un día “Oh buen Jesús” y otro “Pescador de hombres”, por supuesto versión dulzaineros de Castilla.

¿Y en la procesión? Pues ahí la mezcolanza es aún más interesante. El otro día sacamos la Virgen con la versión dulzaineros del Panis Angelicus, de Cesar Frank, que no me negarán que tiene su mérito. A continuación, el himno a la Virgen de la Almudena, adaptado a la del Buen Suceso por señora de buena voluntad y no desacierto. Otro poquito de dulzaina en forma de marcha procesional estándar, salve cantada en la plaza del pueblo, dos o tres avemarías cantadas, más marcha dulzainera y en la parroquia estamos.

Al llegar a la entrada del templo, subasta de todo lo subastable: los cuatro palos de las andas, los ramos de las andas, y, finalmente, los de la Virgen y el niño. Costumbres de siempre. Y ya toca trasladar la imagen hasta el presbiterio, para acabar los actos litúrgicos del día con el himno a la Virgen, que canta todo el pueblo.

Yo sé que esto queda un tanto extraño, y reconozco que para algunos sacerdotes sería del todo insufrible, e incluso que muchos laicos se sentirían no digo descolocados, sino de todo encocorados por el asunto. No se me pongan así. En estas cosas siempre tenemos que ver el lado bueno, que consiste en la fe, el cariño de la gente, su buena voluntad y su deseo de ofrecer a la Virgen lo mejor que tienen y saben.

Ya. Ya sé que hay que educar al pueblo. Pero despacito. Poco a poco. En mi descargo, si algo hay que descargar, diré que es mi primer año, que no puede uno entrar en una parroquia como elefante en cacharrería, y que, aunque no se lo crean, el Panis Angelicus de Frank, por ejemplo, tocado por dulzaina y tamboril, encierra una enorme ternura y un deseo sincero de agradar a la madre de Nuestro Señor.

En un rato saldremos de romería con la imagen de Nuestra Señora camino de su ermita, donde tendremos la ofrenda floral y la misa, en la que el grupo de jotas y rondalla de Braojos se hará cargo de la música litúrgica con una cosa denominada “misa serrana”. Sea lo que Dios quiera.

Absténganse puristas. Cierren ojos y oídos los más exquisitos liturgos. Hagan caso omiso a normas por un día. Mejor abran los corazones a la ilusión de un pueblo que honra en estos días con cariño a la madre de Dios y lo hacen como sienten, pueden y saben. Barbaridades no hay, ya estoy al quite. Pero este cariño naif de dulzaina y tamboril, avemarías cantadas y traje de serrana para la Virgen, acompañados de flores y emociones, estoy seguro de que es del agrado de la madre de Dios que quizá esté diciendo hoy a su Hijo: mira que buenas gentes tengo en Braojos.  

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