La liturgia diaria meditada - La obra de Dios es que creáis en quien él ha enviado (Juan 6, 24-35) 05/08



Domingo 05 de Agosto de 2018
18° Domingo durante el año
Verde

Dedicación de la Basílica de Santa María. Memoria libre. Blanco

La Basílica de Santa María es uno de los templos más antiguos que se encuentran en Roma. Fue construida por el papa Liberio y un noble romano a mediados del año 300. Fue levantada sobre un antiguo templo pagano y, a lo largo de los siglos, remodelada y modificada en sucesivas ocasiones. Se conservan en ella partes de su estructura original.

En el siglo IV d.C. vivía en Roma una piadosa pareja. Él se llamaba Juan Patricio mientras que el nombre de su esposa se desconoce. Habían sido bendecidos con abundancia de bienes y también de fe. Sin embargo, su gran dolor era no tener hijos con los que pudieran compartir sus dones. Durante años habían rezado por un hijo y heredero. En esta situación pasaron muchos años sin ningún resultado. Por fin decidieron nombrar como heredera a la Santísima Virgen y le rezaron con devoción para que los guiara en la asignación de la herencia. 

Nuestra Señora les agradeció sobremanera y la noche del 4 de agosto, se le apareció a Juan Patricio y a su esposa, diciéndoles que deseaba que construyeran una basílica en el Monte Esquilino (una de las siete colinas de Roma), en el punto preciso que ella señalaría con una nevada. También se le apareció al Papa Liberio con el mismo mensaje. En la mañana siguiente, el 5 de agosto, mientras brillaba el sol en pleno verano, la ciudad quedó sorprendida al ver un terreno nevado en el Monte Esquilino. La pareja, feliz, se apresuró al lugar y el Papa Liberio marchó hacia el mismo en solemne procesión. La nieve cubrió exactamente el espacio que debía ser utilizado para la basílica y desapareció una vez señalado el lugar. Pronto se construyó la Basílica de Santa María la Mayor..

Antífona de entrada          cf. Sal 69, 2. 6
Líbrame, Dios mío. Señor, ven pronto a socorrerme. Tú eres mi ayuda y mi libertador; no tardes, Señor.

Oración colecta     
Derrama, Padre, tu misericordia sobre tu pueblo suplicante, y ya que nos gloriamos de tenerte por Creador y Señor, renueva en nosotros tu gracia y consérvala en tu bondad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas        
Santifica los dones que te presentamos, Señor, y, al aceptar este sacrificio espiritual, conviértenos en ofrenda eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión        Sab 16, 20
Nos diste, Señor, el pan del cielo, que tiene un sabor incomparable; satisface todos los gustos.

O bien:         cf. Jn 6, 35
Dice el Señor: “Yo soy el pan de vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre, y el que cree en mí jamás tendrá sed”.

Oración después de la comunión
Acompaña y protege siempre, Señor, a quienes has renovado con este don celestial, y ya que nos reconfortas constantemente concédenos participar de la redención eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.

1ª Lectura    Éx 16, 2-4. 12-15
Lectura del libro del Éxodo.
En el desierto, los israelitas comenzaron a protestar contra Moisés y Aarón. “Ojalá el Señor nos hubiera hecho morir en Egipto, les decían, cuando nos sentábamos delante de las ollas de carne y comíamos pan hasta saciarnos. Porque ustedes nos han traído a este desierto para matar de hambre a toda esta asamblea”. Entonces el Señor dijo a Moisés: “Yo haré caer pan para ustedes desde lo alto del Cielo, y el pueblo saldrá cada día a recoger su ración diaria. Así los pondré a prueba, para ver si caminan o no de acuerdo con mi ley. Yo escuché las protestas de los israelitas. Por eso, háblales en estos términos: ‘A la hora del crepúsculo ustedes comerán carne, y por la mañana se hartarán de pan. Así sabrán que yo, el Señor, soy su Dios’”. Efectivamente, aquella misma tarde se levantó una bandada de codornices que cubrieron el campamento; y a la mañana siguiente había una capa de rocío alrededor de él. Cuando esta se disipó, apareció sobre la superficie del desierto una cosa tenue y granulada, fina como la escarcha sobre la tierra. Al verla, los israelitas se preguntaron unos a otros: “¿Qué es esto?”. Porque no sabían lo que era. Entonces Moisés les explicó: “Este es el pan que el Señor les ha dado como alimento”.
Palabra de Dios.

Comentario
Tener el pan que baja del Cielo es un don de Dios, pero también tiene que ser un trabajo del pueblo. La decisión de querer seguir en libertad a pesar de los obstáculos y dificultades del camino, tiene que hacerse a diario. El pan es conquista y trabajo continuos.

Salmo  77, 3-4bc. 23-25. 54
R. El Señor les dio como alimento un trigo celestial.

Lo que hemos oído y aprendido, lo que nos contaron nuestros padres, lo narraremos a la próxima generación: son las glorias del Señor y su poder. R.

Mandó a las nubes en lo alto y abrió las compuertas del cielo: hizo llover sobre ellos el maná, les dio como alimento un trigo celestial. R.

Todos comieron un pan de ángeles, les dio comida hasta saciarlos. Los llevó hasta su Tierra santa, hasta la Montaña que adquirió con su mano. R.

2ª Lectura    Ef 4, 17. 20-24
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso.
Hermanos: Les digo y les recomiendo en nombre del Señor: no procedan como los paganos, que se dejan llevar por la frivolidad de sus pensamientos. Pero no es eso lo que ustedes aprendieron de Cristo, si es que de veras oyeron predicar de él y fueron enseñados según la verdad que reside en Jesús. De él aprendieron que es preciso renunciar a la vida que llevaban, despojándose del hombre viejo, que se va corrompiendo por la seducción de la concupiscencia, para renovarse en lo más íntimo de su espíritu y revestirse del hombre nuevo, creado a imagen de Dios en la justicia y en la verdadera santidad.
Palabra de Dios.

Comentario
Si ya hemos dado el paso de vivir de acuerdo con la fe en Cristo, no podemos volver hacia atrás. Porque, cuando elegimos lo que nos da felicidad y aquello por lo que queremos vivir, no existe nada que desvíe esa opción.

Aleluya        Mt 4, 4
Aleluya. El hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Aleluya.

Evangelio     Jn 6, 24-35
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Cuando la multitud se dio cuenta de que Jesús y sus discípulos no estaban en el lugar donde el Señor había multiplicado los panes, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla, le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo llegaste?”. Jesús les respondió: “Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse. Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre; porque es él a quien Dios, el Padre, marcó con su sello”. Ellos le preguntaron: “¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?”. Jesús les respondió: “La obra de Dios es que ustedes crean en Aquel que él ha enviado”. Y volvieron a preguntarle: “¿Qué signos haces para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: ‘Les dio de comer el pan bajado del cielo’”. Jesús respondió: “Les aseguro que no es Moisés el que les dio el pan del cielo; mi Padre les da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que desciende del Cielo y da Vida al mundo”. Ellos le dijeron: “Señor, danos siempre de ese pan”. Jesús les respondió: “Yo soy el pan de vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed”.
Palabra del Señor.

Comentario
Jesús realiza para nosotros la maravillosa obra de amor del Padre: nos alimenta y nos nutre en el camino. Sus contemporáneos pedían signos, y no podían vislumbrar que el signo más concreto era la misma presencia de Jesús entre ellos. También nosotros necesitamos discernimiento para reconocer en nuestra vida los signos amorosos de cuidado que Dios nos prodiga.

Oración introductoria
Señor, ¡dame siempre de tu pan! De ese pan Eucaristía que diviniza mi humanidad. De ese pan de tu Palabra que me muestra el camino que hay que recorrer, con sus luces y sombras. Y en este momento, de ese pan de la oración que fortalece mi espíritu, por eso te pido que ilumines esta oración para llenarme de Ti y poder, así, llevarte a los demás.

Petición
Señor, no permitas que busque señales sino que siempre confíe en tu amor.

Meditación 

1.- Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna. Es verdad que lo que mueve, en gran parte, la vida de las personas y de los pueblos es la búsqueda del alimento necesario para vivir corporalmente. Así ha sido desde el principio de la humanidad y así va a seguir siendo mientras sigamos siendo esclavos de este cuerpo material que Dios nos ha dado. Es, pues, bueno trabajar para tener el alimento necesario para vivir y es, evangélicamente, bueno luchar para que a nadie le falte el alimento necesario de cada día. Lo primero que tenemos que hacer con una persona hambrienta es darle de comer; después podemos hablarle de otros alimentos necesarios para la vida del espíritu. Lo que no es evangélico es buscar única y exclusivamente los bienes materiales, el pan material, sin preocuparnos del pan espiritual, del pan de Dios. Eso es lo que Jesús reprocha a la multitud que le seguía porque les había dado de comer materialmente hasta saciarse. Jesús no había venido al mundo, principalmente, para arreglar el problema del hambre material, sino para llenar nuestra alma de Dios, para darnos en abundancia el pan de Dios. Nosotros, con el alma llena de Dios, debemos procurar también que a nadie le falte el pan material, pero sin olvidar nunca que lo que Dios vino a darnos es el pan de vida, un pan que no perece, sino que dura para la vida eterna. Este pan es Jesús mismo.

2.- ¡Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en Egipto, cuando nos sentábamos junto a la olla de carne y comíamos pan hasta hartarnos! En el libro del Éxodo se nos dice que los judíos, cuando estaban en el desierto, murmuraban contra Moisés y Aarón porque pasaban hambre y sed. Se acordaban de las ollas de carne que comían cuando eran esclavos en Egipto. Algo parecido puede pasarnos también a nosotros ante las dificultades que tenemos que sufrir muchas veces en el presente. Fácilmente tendemos a pensar, con el poeta, que cualquier tiempo pasado fue mejor. Pero esto muchas veces no es verdad; lo que debemos hacer es afrontar con valentía y resolución las dificultades del momento, porque cada tiempo tiene su afán propio y con quejarnos no arreglamos los problemas. Toda la vida es paso, tránsito, desierto, y debemos pensar que el momento presente es siempre el más importante para nosotros. La vida es una sucesión ininterrumpida de momentos presentes. Debemos confiar en que Dios nos va a dar en cada momento lo que más nos conviene. Aunque algunas veces nos resulte difícil entenderlo.

3.- Abandonar el anterior modo de vivir, el hombre viejo corrompido por deseos seductores, renovaros en la mente y en el espíritu y vestiros de la nueva condición humana, creada a imagen de Dios: justicia y santidad verdadera. ¡Qué difícil es abandonar el hombre viejo y revestirnos del hombre nuevo! Nacemos más hijos de Adán, que hijos de Cristo. Pero en esto consiste precisamente nuestra vocación de cristianos, en ir alejándonos cada día un poco más de Adán y en ir acercándonos cada día un poco más a Cristo. ¡Qué maravilloso tiene que ser vivir del todo en justicia y santidad verdadera! Porque a esto tenemos que aspirar como cristianos: a vivir cada día un poco más en comunión con Cristo.

¿Quién es Jesús para nosotros? ¿Le buscamos porque queremos saciar nuestra hambre corporal o más bien para satisfacer nuestra sed de plenitud? ¿Trabajamos nosotros solamente por la comida perecedera, o más bien trabajamos nosotros además suficientemente por la comida que permanece para vida eterna?

Sólo con una fe auténtica, profunda y sincera podemos acercarnos a este misterio sacrosanto de la Eucaristía. De lo contrario, nos sucederá lo que casi siempre nos ocurre: que no nos damos cuenta del misterio que celebramos, ante quién estamos o qué es lo que sucede allí en el altar... Tristemente, somos a veces tan superficiales y nos hemos acostumbrado a fuerza de rutina, que ya no nos dice nada la presencia de Jesús en el Sagrario o en la Santa Misa... ¡y el que está allí es Dios mismo! "Si nos acercáramos con fe a la Eucaristía –afirmaba santa Teresa– estoy segura de que obtendríamos milagros".

Propósito
Motivado por el amor a Cristo, revisar mi vida sacramental y poner medios concretos para mejorar mi participación en la Eucaristía.

Diálogo con Cristo 
Perdona, Señor, mi ingratitud. En mi necedad me limito a pedirte cosas pasajeras, alimento que me satisface hoy pero no es suficiente para mañana, mientras que Tú me ofreces el alimento espiritual que auténticamente puede saciar mi hambre. Gracias, Señor, por tu Eucaristía, por el gran don de Ti mismo, gracias por esta gran prueba de tu amor. Quiero corresponderte siempre.

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