En Dublín, el “padre"… -vaya, no me sale ahora el nombre-, se ha despachado a gusto contra la Iglesia Católica -en este último EMF que ha organizado Ella; y, se supone, que a Ella pertenece el susodicho y más que famoso “padre", jesuita para más señas- afirmando, entre otras lindezas, que “la Iglesia trata a los del “mundillo” -del que el tal “padre” es pregonero y valedor- como leprosos".
Y me he quedado de piedra, como si dejéramos. Porque me da que el tiro “le ha salido por la culata": sin animus señalandi, y sin pretender “mentar la soga en casa del ahorcado", por favor: nada de maliciosidades
Y me explico.
¿Alguien sabe qué Institución, desde que la lepra está presente en el mundo y desde que existe tal institución, ha atentido, desde sus fieles hijos, a los que padecían tal enfermedad: execrados, repudiados y abandonados hasta por sus mismas familias, que eran los primeros que los arrojaban a los estercoleros?
¿Alguien recuerda en el seno de qué Institución de rango mundial se crearon las primeras y únicas leproserías? A cuya sombra y bajo cuyo aliento se incentivó la investigación y el tratamiento que ha llevado a la casi extinción de tales hospitales, exclusivos para tales enfermos, por falta de inquilinos.
¿Alguien tiene aún memoria del santo Padre Damián, sacerdote belga él para más señas -de éste, curiosamente, sí recuerdo el nombre-, que se fue casi al último confín del mundo como misionero, para acabar dedicándose enseguida a ellos en exlusiva, hasta el punto de morir leproso él mismo?
O sea, y para despejar cualquIier incógnita: la única Institución, en este tema como en tantísimos otros, que acoge a los que la gente “tira", es LA IGLESIA CATÓLICA. Y los únicos que se han empeñado en tales tareas, los fieles que la hacen realidad: hombres y mujeres, entregados por Jesús a dar su vida por “los más desechados” y “los más bajos habitantes de las más míseras periferias”, por usar un lenguaje “eclesialmente moderno": que yo también me sé cuando me pongo a ello.
Con lo que al “padre” este, al jesuita -¿mira que no acordarme? ¡si tengo su nombre en la punta de la lengua!-, al “oráculo de Dublín” por más señas y para que no se pierdan, su “pasión” por el “mundillo arcoiris” le ha jugado una mala pasada: ¡Ha dicho una verdad como una catedral de grande!, aunque haya pretendido lo contrario, claro. Pero, “Dios escribe derecho con renglones torcidos"; ya se sabe. Y la “pasión” -del tipo que sea, que no vamos a señalar ahora: “¿quién soy yo para juzgar?,” ¿les suena?- tiene estas cosas tan inesperadas como sorprendentes.
Porque el tal “padre jesuita” -que nada, ni una letra- lo ha clavado: No hay nadie, ninguna Institución en todo el mundo, que trate a los del “mundillo” como “leprosos"… ¡excepto, naturalmente, la Iglesia Católica! Que por algo es la Iglesia.
¿Quién -por poner un ejemplo-, desde el mismo principio de la enfermedad y de los enfermos -de los que se huía como de la peste o de la lepra-, se ha hecho cargo de la atención de los infectados del SIDA -en un 95% provenientes, como no podía ser de otra manera, del “arcoiris"? Lo adivinan? La Iglesia Católica.
¿Quién recoge y vela por los deseheradados, los pobres, los desamparados, los enfermos, los abandonados, los enfermos mentales, los que están solos, los disminuidos, los juguetes rotos por cualquier causa o motivo, y sin preguntar? La Iglesia Católica. Aunque no sean católicos, que esto es lo más de lo más.
Da lo mismo que sea por el ébola, por un maremoto, un terremoto, un tsunami, la devastación de la guerra; unos presos, los que quieren salir de las esclavitudes de todo tipo que crea el hombre egoísta y despiadado; lo mismo le da niños, jóvenes, adultos o ancianos, hombres y mujeres de cualquier país, de cualquier color, de cualquier religión… ¡Es la Iglesia Católica!
Por eso, el tal… -nada, no lo recuerdo; debe ser que la edad no perdona…-, no ha podido hacer mayor elogio de la Iglesia Católica que decir públicamente y delante de muchos componentes LGTBI+ que a este “personal” los trata como “a leprosos"; porque eso significa que los busca, los quiere, los cuida y los trata como lo que son, y no como lo que no son: personas que necesitan comprensión y ayuda; y en la Iglesia Católica la tienen sobreabundantentemente. y sin “condenarlos” a ser unos parias o unos apestados.
Ni ha podido decirles a los pululantes del LGTBI-smo [perdón por la construcción lingüística], que están en las mejores manos: las de nuestra Madre, la Iglesia Santa. Ahí tienen cobijo, ayuda y remedio: con todo cariño, que es lo que las madres dan más específicamente y sin pedir nada a cambio. Y sin echar nada en cara tampoco. Lo que siempre les dirá la Iglesia, a todo el mundo que quiera oirla, es la VERDAD que les regenera y les salva.
Porque las madres que lo son verdaderamente, si ven una herida en un hijo, automáticamente se preocupan y buscan poner remedio: primero los remedios caseros y, si estos no bastan, otros más extraordinarios. Pero nunca dejan vendidos a sus hijos, ni se dan por enteradas de que les pasa algo: mucho menos cuanto más gordo sea lo que les pasa.
¡Ésto es la Iglesia Católica, hasta con los que no son sus hijos “técnicamente” si es el caso, por no estar bautizados en Ella! Como hacen tambiénlos padres buenos y generosos, de grandísimo corazón -conozco a muchos así- que, teniendo hijos o no, adoptan a otros y los tratan como hijos, sin distingos de ninguna clase. ¡Esto es la Iglesia Católica!
¿Que también hay pederastas y gente no digna de estar en la Iglesia? Pues sí. Y ladrones, y asesinos, y mentirosos, y lujuriosos, y adúlteros, y arrejuntados, y travestidos, y bufones, y estafadores, y políticos y jerarcas corrompidos…, que lo reconocen -se reconocen así, y hacen suyas, contritos, las palabras de Simón a Jesús: Apártate de mí, Señor, que soy un pecador; y Éste, que no rechaza a nadie con esa real y eficaz contrición, fruto de ese reconocimiento, a Simón le hace “Pedro", “Piedra", “Roca", “Cabeza"-; y, todos, no conformándose con sus pecados, buscan cambiar, convertirse, confesarse, huir de las ocasiones… y volver a empezar tantas veces como sea necesario, porque Dios nos espera siempre.
Como hay cojos, y mancos, y paralíticos, y sordos, y mudos, y ricos y pobres, y de todos los colores…; y SANTOS: muchos SANTOS también: por eso la Iglesia puede hacer precisamente lo que ha hecho y lo que hace -y lo que hará, Dios mediante-, y que he descrito someramente más arriba: abrir sus brazos a todos.
¡Esto es la Iglesia Católica! ¡Gracias a Dios!
Y al “padre” ese tan mediático y multicolor -del que debería acordarme…, pero que sigo igual: ustedes perdonarán-, pues que le aproveche su “cruzada". “¡Hay gente pa’ too!” que diría el clásico; además, “al que Dios se la dé, san Pedro se la bendiga"; y ya puestos: “nunca es tarde si la dicha es buena"; finalmente: “infinito es el número de los imbéciles", como dice el AT: también “Palabra de Dios” que no mía; yo nunca me atrevería a decir tal cosa. Ni sé si Dios pensaba en este “padre” del que no recuerdo el nombre, cuando quiso que se escribiesen las susodichas y llegasen hasta hoy tal cual.
Un último apunte, como pregunta que me inquieta últimamente: ¿se puede ser ‘padre’ siendo y ejerciendo de homosex? ¿Y ‘madre’? Lo digo en su genuino contenido semántico: sin subterfugios, subrogaciones, compras, inseminación artificial, clonaciones, etc.
¿Y “jesuita” estando a favor -pregonándolo a todo viento- del “mundillo arcoiris"? ¿Y ejerciendo?
Pues eso.
Y recen por mí.
Amén
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