Ayer tarde acabamos con las fiestas de La Serna, o las fiestas de La Serna acabaron con nosotros. Cinco días de encuentro, amistad, alegría… y fe, que de eso hubo y mucho.
Lo estrictamente religioso, el culto, podemos decir que se concentró especialmente en sábado, domingo y martes. El sábado, misa de acción de gracias por el año pasado, el domingo misa de la Virgen del Socorro, seguida de la procesión con la Virgen y San Agustín por las calles de la localidad, y el martes, solemnidad de San Agustín, patrón de la localidad, misa a las 13 h. y procesión por la tarde, también con las dos imágenes.
Me encantan las fiestas de pueblo y me encanta la religiosidad popular. Mucha gente en las misas y las procesiones. No se cuantificar, pero setenta, ochenta personas, quizá cien… que es algo así como superar el número de empadronados. Que sí, que en verano y en fiestas somos más, pero, con todo y eso, hagan sus cuentas. Interesante la subasta de varas, ramos y báculo tras cada una de las procesiones. Varas son los “palos” con los que se transportan las imágenes. Los ramos, los cuatro que adornan cada una de las andas, más el que lleva la Virgen y el que leva el niño. Finalmente, el “bastón” (báculo) de San Agustín que, una vez más, se quedó el señor alcalde como por lo visto es su costumbre.
Es su forma de expresar una devoción. Bendita sea. Su forma, su tradición, su vínculo con la madre Iglesia se concretan en colaborar en la procesión empujando las imágenes y ofreciendo un donativo para portar las andas, los ramos o el báculo. Cuánta ternura en los abuelos y abuelas ofreciendo una limosna para que el nietecito porte un ramo de la Virgen. Eso es crear devoción, hacer “cantera”. Imperfecta, quizá. Pero donde se quito esto, ni cantera ni nada.
Lo religioso no es ni se limita al culto, porque el señor cura se hace presente en la cena con los jubilados, los concursos de los niños, el parque acuático, la caldereta y el aperitivo popular, y hasta disfruta escuchando el tamboril y la dulzaina. Esto atrae también, y mucho.
En La Serna lo de las nunciaturas, los abusos y los escándalos pilla un poco lejos. Como pilla lejos lo del Valle de los Caídos y los problemas del juez Llarena por más que la televisión te lo repita. En La Serna, y en tantos otros “Sernas” repartidos por el mundo entero, el papa, el obispo, los vicarios, el señor delegado, el nuncio, el último informe y el penúltimo cotilleo les trae bastante al pairo. Para mi gente, mis feligreses de hoy, lo que les importa es tener a su cura, que celebre, anime, comparta sus costumbres y manías y atienda las cosas de la iglesia, como ellos dicen.
Yo digo más. Digo que la Iglesia donde realmente se construye es en cada parroquia, en cada comunidad sea de un gran barrio de una importantísima ciudad o del último pueblo perdido. Es como si nos moviéramos en dos niveles muy diferenciados. Por un lado las curias, los oficiales, y con ellos los laicos más leídos, escribidos y sabidos. Por otro las gentes que, desde La Serna, Braojos, Gascones o similares, rezan, visten a la Virgen, pasan la escoba, ofrecen unas monedas por llevar un ramito a la Virgen y acuden a misa cuando pueden. Pero es la Iglesia en la que creo. Y, sin embargo, uno tiene la sensación de que es lo que menos importa. Normal. Hay tanto que hacer en dicasterios, congregaciones, secretarías, curias… que casi no queda tiempo para otras cosas.
Reflexiones que uno se hace desde sus pueblos cuando en las alturas dicen que el barro salpica en abundancia. Ayer martes misa en Gascones a las diez, en La Serna misa solemne a la una, procesión a las siete y, finalmente, en Braojos, rosario y misa a las ocho, que acabamos de empezar la novena.
Arriba dicen que hay fango, peleas, los conservadores y los progresistas, los viva Francisco y los “que se vaya”. En mis pueblos solo interesa que si hay misa en los días de la novena y mañana llegamos tarde que hay que limpiar la ermita, y que le esperamos, señor cura, para la comida con los mozos. Pero no somos menos Iglesia. Quizá somos más. Vaya usted a saber.
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