¿Es lícito el magnicidio?



Algunos, de un modo teórico, se han preguntado si no es lícito el magnicidio. ¿Sobre esto tienen que decir algo los moralistas?

Los moralistas en el pasado han basculado entre dos posiciones: la davidita y la jezabelita. La primera expresa la relación entre David y el rey Saul. La segunda expresa la relación entre el profeta Eliseo y la reina Jezabel, a la que el profeta ordena sacarla del trono por la fuerza.

Los daviditas: Llamemos así a aquellos que condenaban el magnicidio como un gravísimo pecado por considerarlo una de las mayores violaciones del orden. El poseedor de la máxima autoridad debía ser removido de un modo ordenado y de acuerdo a los requisitos de la ley escrita o no. Y más todavía si el gobernante estaba ungido por un ritual de coronación.

Ejemplo de esto era el levantamiento de la obediencia a reyes y emperadores por parte del sucesor de Pedro. También se hubiera considerado lícito si los obispos y los nobles hubieran manifestado total conformidad en que un monarca había perdido el uso de la razón, y lo hubieran removido del trono de un modo consensuado y pacífico, e incluso pactado con el príncipe que debía sucederle. Esta remoción justa y que no conculca el orden, remoción completamente lícita (véase el caso de Pipino el Breve y el papa Zacarías), se complicaba si no existía tal consenso.

Los jezabelitas: El otro polo lo formaban aquellos que valoraban fríamente los pros y los contras, y extraían una conclusión pragmática, pero justa según ellos. El orden social, al fin y al cabo, era un medio para lograr un fin: el bien de la comunidad humana. Si ese medio se subvertía hasta convertirse en fuente de desorden gravísimo, era lícito remover la fuente del gravísimo desorden.

En el orden medieval la posición prevalente era la davidita. A partir del desarrollo renacentista del Derecho, se va abriendo paso, entre los moralistas, la posibilidad de considerar la licitud de la posición jezabelita. “Abriendo paso”, porque la segunda postura estuvo muy lejos de ser admitida de forma general, aunque algunos autores particulares la defendieran.

Hoy díase plantea esta cuestión con tanta crudeza como en siglos pasados. ¿Sería lícito el asesinato de Kim Jong-un, de Nicolás Maduro, de determinados dictadores africanos? ¿Sería lícito eliminar a una persona para liberar a un pueblo?

El ejemplo que siempre puede ponerse es si es lícito que en un barco esclavista del siglo XVIII los prisioneros africanos mataran a sus guardianes para después poner rumbo a casa. ¿Existe una proporcionalidad del mal realizado frente al bien que se va a conseguir? ¿Es esto como el mal menor de cortar la mano gangrenada para salvar el cuerpo?

Después de años de darle vueltas a este asunto, voy a dar mi opinión personal. No quiero presentar estas líneas como la doctrina de la Iglesia, sino como una opinión; fundada y muy reflexionada, pero opinión.

No es lícito el magnicidio. Nunca es lícito el magnicidio. La primera razón es la más débil, aunque es la que se suele dar en más ocasiones: Matar a Hitler, tal vez solo hubiera supuesto que otro fanático llegara al poder. Dígase lo mismo, respecto al asesinato de Stalin o Mao. Después de derramar esa sangre, ¿se tiene la seguridad de que eso va a servir para algo o para nada?

La segunda razón me parece más poderosa: la sacralidad de la vida humana. ¿Es lícito bombardear Hiroshima para acabar antes con una guerra? ¿Es lícito matar a unos 100.000 civiles (las bajas de Hiroshima) para ahorrar más bajas? ¿Es lícito asesinar al inocente para lograr un bien muy grande? La respuesta es no.

Los paganos que vean todo bajo el prisma del pragmatismo responderán sin dudar que sí. Pero los seguidores de un Ser Infinito que consideran que cada ser humano es un hijo de Dios responderemos que no.

Desde el prisma pagano y pragmático es lícita una guerra preventiva, también la tortura. Todo se convierte en un pesaje de pros y contras. Si la CIA estuviera en manos de este tipo de sujetos (gracias a Dios no lo está), podría dedicarse a asesinar a todos los jefes de estado tiránicos que supusiesen un grave problema para la seguridad de Estados Unidos. Por más que los amantes de la conspiración crean que la CIA hace esas cosas, no lo hace.

¿Y el caso del barco de esclavos en el que los prisioneros se rebelan? Es lícita la rebelión, aunque sea con la muerte del capitán y sus secuaces, porque ese barco no es un orden social lícito, es un mero secuestro. El secuestrado puede lícitamente matar a su secuestrador si es el medio razonable para recobrar la libertad.

Por más que hablemos de un modo poético de gobernantes que han secuestrado a la propia sociedad que gobiernan, lo cierto es que el orden social tiránico no es idéntico a un secuestro. No era lícito asesinar a Leonidas Breznev (primer ministro comunista) ni al general Pinochet (responsable de infinidad de torturas y de una terrible represión). Tampoco era lícito asesinar a Napoleón para evitar la Campaña de Rusia.

En casos excepcionales en que la opresión es terrible, es lícito derrocar al tirano que ha sobrepasado ciertos límites. Es decir, resulta lícito el golpe de Estado contra el opresor cuyos actos son aberrantes. La guerra civil entre los rusos blancos y los rusos rojos (bolcheviques) fue una guerra entre la libertad y la esclavitud.

Pero una cosa es la el levantamiento (aunque sea armado) frente a un Hitler, y otra cosa es asesinarle a él solo. No es lo mismo una guerra justa entre un ejército y otro ejército, que realizar actos terroristas. Una cosa es luchar en el campo de batalla contra el Ejército que ha invadido mi país, y otra muy distinta ir apuñalando soldados alemanes por las calles de París. Una cosa es luchar contra una división de las SS y otra muy distinta es ir matando a pertenecientes a esa organización dándoles pan envenenado.

La guerra defensiva contra una nación que nos ataque sí que es lícita. Porque es una defensa del don divino que es la libertad. Que un francotirador dispare a un secuestrador que puede matar a su víctima es algo completamente lícito. Nuestro respeto por la vida nos lleva a luchar contra aquellos que quieren acabar con el don sagrado de la vida. En ese caso, disparar sobre el ese sujeto armado no solo no es ni siquiera pecado venial, sino que se trata de un acto virtuoso.

La guerra defensiva contra una nación que nos ataque sí que es lícita. Porque es una defensa del don divino que es la libertad. Que un francotirador dispare a un secuestrador que puede matar a su víctima es algo completamente lícito. Nuestro respeto por la vida nos lleva a luchar contra aquellos que quieren acabar con el don sagrado de la vida. En ese caso, disparar sobre el ese sujeto armado no solo no es ni siquiera pecado venial, sino que se trata de un acto virtuoso.

Volviendo a la actualidad, ¿es lícito para un católico el magnicidio de Maduro, de Ortega o de otros jefes de Estado? La respuesta categórica es no.

Si un país nos ataca con un ejército, podemos defendernos con otro ejército. Un católico puede ser soldado, pero no un asesino.

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18:24

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