Homilía para el Tercer domingo del Adviento B
Aunque en el presente año litúrgico, B, usamos normalmente el Evangelio de Marcos, la lectura del Evangelio de hoy se toma del de san Juan, y más precisamente del mismo Prólogo de este Evangelio. En este grandioso Prólogo, Juan establece inmediatamente la tensión e incluso la lucha entre la oscuridad y la luz; entre la Luz que vino a este mundo y la oscuridad que no la recibió. E inmediatamente continúa: “Hubo un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan, vino como testigo para dar testimonio de la luz” Pero su testimonio no fue recibido. Esta fue la primera manifestación de la lucha de las tinieblas contra la Luz, una lucha que nos conducirá a la muerte de Jesús cuando las tinieblas cubran la tierra y se manifieste la deslumbrante luz de la resurrección.
Detengámonos un poco en el contexto religioso, social e incluso geográfico en el que se sitúa la escena contada por Juan. Él nos dice que “los judíos le enviaron (a Juan) de Jerusalén sacerdotes y levitas para preguntarle: “¿Quién eres tú?'”. En el Evangelio de Juan, la frase “los judíos” siempre se refiere a la suprema autoridad político-religiosa del templo de Jerusalén. Pero la legitimidad de esta autoridad no fue reconocida por todos. El movimiento de los esenios nació un siglo y medio antes, en el momento en que Jonathan, el hermano de Judas Macabeo, se había convertido en sumo sacerdote y su hermano Judas se había convertido en gobernador de Judea sin ser un miembro de la familia sacerdotal o real. Los más piadosos entre los “pobres de Yahweh” venidos del exilio no habían aceptado este compromiso de los asmoneos con el poder extranjero de los seléucidas y se retiraron al desierto de Judá, en la región de Jericó, a esperar la venida del Mesías, rechazando al mismo tiempo la legitimidad del Sumo Sacerdote y la liturgia del Templo.
San Juan bautista predica un bautismo de conversión, precisamente en este lugar, cerca de Qumrán. Esto inquietaba a las autoridades en Jerusalén. Por lo tanto, envían emisarios para preguntar, a fin de saber quién es este hombre extraño que predica de esta manera. La lucha de la oscuridad contra la luz ya ha comenzado.
Debido a que Juan es el testigo fiel de la Luz, todo en él es luz. Él sabe quién es. Él sabe también, especialmente, quién no es. ¿No decimos a veces: ¿Quién se cree que es? Y algunos lo puden decir de nosotros. ¡Y bien! Juan no se toma a sí mismo por otro, no se cree nadie que no es. Él no se presenta a sí mismo como el Mesías, ni como un profeta. Él es solo una voz que deja el mensaje de un Otro y especialmente prepara la venida de Otro. Probablemente no haya ningún ejemplo en toda la Biblia de un hombre más humilde y más libre que Juan el Bautista
Su mensaje no es fácil. Aquel a quien anuncia ha venido para traer fuego a la tierra. Él bautizará en el Espíritu y el Fuego, el fuego que destruye la escoria, purifica, santifica y transforma.
A Juan, lo mataron. La oscuridad se esforzó por extinguir la Luz que había anunciado. A Jesús lo mataron también. Depende de nosotros, los discípulos de Jesús, ser hoy testigos de la Luz en este mundo donde la lucha escatológica entre el reino de las tinieblas y la de la Luz todavía está en marcha. Pero sigamos el ejemplo de Juan. No nos creamos algo que no somos. No pensemos mejores que otros porque somos cristianos. Nosotros no somos la Luz; somos solo los testigos. Este es el único privilegio que tenemos. Esto – es muy exigente – haber sido elegidos para ser testigos de la luz, siendo buenos testigos iluminamos.
Toda la Liturgia del domingo nos invita a regocijarnos en la victoria escatológica de la Luz sobre la oscuridad, Virgen Madre de la luz que seamos sus testigos.
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