Mis pueblos no son Madrid, ni las tres parroquias la Beata Mogas. Lo primero a lo que he tenido que acostumbrarme es a olvidarme de iglesias llenas, gente a cualquier hora y amplia respuesta de los fieles ante cualquier iniciativa.
Celebro misa cada día, los domingos en las tres parroquias y los días laborables, dos en cada uno de los pueblos. La asistencia, escasísima, especialmente en días laborables. Algún día he celebrado solo, con una persona, con dos… alguna vez con siete u ocho… También ocurre los domingos. Ayer, sábado, fui por la tarde a suplir a un compañero en una parroquia cercana. Misa dominical. Cuatro personas: dos religiosas que acudieron con las llaves para preparar todo y dos más. También esto es Madrid.
En mis pequeños pueblos la asistencia a la misa dominical también es escasa y más ahora con los fríos del invierno. Cuatro, cinco, diez o doce, quizá llegar a cuarenta en el pueblo más grande.
Ante esta realidad la gran tentación es la de ir tirando sin esforzarse demasiado. Ya saben, eso de “total para uno o dos que vienen, no merece la pena”. La consecuencia es evidente: suprimir la misa en días feriados y mantener la dominical sin especiales entusiasmos, hasta, supongo, el día en que no vaya nadie, y nos limitemos a enterrar muertos y sacar la procesión de la patrona. No nos dejes caer en la tentación…
Ante esta realidad se me ocurren tres cosas.
PRIMERA. La misa es lo más grande que tenemos. Una comunidad, un sacerdote sin eucaristía somos exactamente la nada. Si van cuatro, como si van dos, como si no fuera más que Socio, será la misa del sacerdote, la misa de la parroquia. Necesitamos cuidar cada celebración diaria con todo el mimo del mundo. Si no hay misa, si no hay sacramento, si no hay gracia, no hay Iglesia. Habrá un grupo de personas buenas, con sus tradiciones, sus costumbres. Pero no Iglesia. Y la gente difícilmente valorará la misa si su cura no celebra a diario.
La gente no tenía costumbre de acudir a misa los días laborables. En mes y medio que llevo en los pueblos celebro a diario y únicamente dos veces he celebrado solo. Es más, los de cada pueblo se saben por dónde ando, y acuden algunos indistintamente a una parroquia o a otra.
SEGUNDA. Los sacerdotes que atendemos parroquias tan mínimas, somos unos mimados de Dios. Anda que no se nos ha hablado veces y veces de eso de la opción por los pobres. Días de Navidad. Grandes fastos y gestos con los pobres. Campañas, festivales, cenas, comidas. Navidad, foto y noticiario. El Señor nos ha colocado en medio de otra pobreza. Pobreza que come a diario y tiene vivienda, pero pobreza de vivir en un pueblo sin colegio, sin apenas médico, sin tiendas, sin entidad bancaria. Pobreza mitigada algo en verano con la llegada del siempre escaso turismo de temporada. Pobreza eclesial. Pues en esta pobreza Dios nos ha querido sacerdotes. Sacerdotes que atienden sus mínimas comunidades cada día con la ilusión se llevar el Pan y la Palabra. Sacerdotes de invierno y verano, de nevada y calores, de uno o ninguno en misa, pero ahí. Sacerdotes que están cada día cuando ya ni el médico acude a diario. Pobreza del que tiene que hacerse setenta, ochenta kilómetros para una simple prueba médica. Madrid. Ya ven.
Pobreza anónima que ni regala fotos, ni sale en la televisión, ni hace campañas. Por eso tan poco reconocida. Otra pobreza, anónima, que nos permite llevar la riqueza de la gracia de Dios.
TERCERA. Cuánto se agradece en esta pobreza la comunión de los santos. Mi gran fuerza en esta preciosa tarea que el Señor me ha puesto por delante es la de saber que detrás de mí hay una gran cantidad de personas que cada día rezan para que el Señor me sostenga, nos sostenga y nos lleve a Él.
La peor soledad no es la física, es la de pensar que nada nos apoya ni anima. No es mi caso. Los lectores de Infocatólica me miman con su avemaría constante por un servidor, y me consta que en la capilla de adoración perpetua de la Beata Mogas mucha gente reza por su antiguo párroco.
¿Se notan esas avemarías, me preguntan? Yo las estoy notando en ilusión, en ganas de ser sacerdote, en deseos de estar con la gente y animarles a convertirse a Jesucristo. Iremos para adelante. A base de rezar tenemos que arrancarles al Señor y a la Virgen Santísima el don de la fe, la conversión y la perseverancia en la gracia para esta gente.
UNA ÚLTIMA COSA. Algunos amigos de Infocatólica también piden su paga. Mercantilistas que somos. Sea. La misa de cada lunes la ofreceré, desde mañana mismo, por las intenciones de todos aquellos que rezan por nosotros.
Y OTRA PARA REMATAR. Feliz Navidad a todos… En la gracia y la paz de Dios. Recuerden que un día les cuente lo de la pastorela de Braojos.
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