¡Válgame Dios, qué alboroto se ha formado con mi última entrada! ¡16 comentarios poniéndome a caer de un burro! No sabía yo que me quedasen tantos lectores, y todos sin nombre.
Uno me llama "reprimido y represor"; otro me sugiere "una visita a psiquiatra"; un tercero se defiende no sé de quién con un "mi cuerpo es mío y hago con él lo que me sale". Hay quien dice que yo mismo soy el mayor impúdico por contar mis intimidades en este blog…
Lo siento, no publicaré esos comentarios. A cambio censuraré también un par de elogios desmesurados.
Mi carta a Miguel Hernández no pretendía abrir ningún debate. Y menos ahora que hasta en Tenerife hace calor.
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