El tema de las monedas de ayer me ha llevado a darme cuenta de que más vale que me empiece a preocupar de los detalles ahora, porque de golpe, repentinamente, uno llega al solio pontificio y después todo son prisas para elegir lema y escudo. Por eso, para ahorrar tiempo, ya tengo en una carpeta de cuero rojo con llave algunos pequeños detalles que sirven para ahorrar tiempo.
1.Decidirme por un escudo pontificio en el que salga una cabeza de asno.
2.Buscar un lema latino tan indescifrable que sólo se entiende después de una hoja de explicaciones y que algunos tomarán por una rara cita del Levítico y otros por una frase de Borges en su La lotería de Babilonia.
3.Encargar cinco diseños de tiaras, una para cada tiempo litúrgico.
3bis. Pedir a mi sastre que raa (del verbo "raer") alguna de mis sotanas, para cuando me interese ofrecer cierta imagen.
4.Dejar por escrito algunas pequeñas indicaciones para mi funeral. En concreto 329 pequeñas indicaciones.
5.También tengo algunas ideas para mi mausoleo. Claro que habrá que ampliar la Basílica Vaticana para que quepa.
6.Cambiar de cocinero en el Palacio Apostólico. Llamar a mi presencia al que se encarga de los diseños de los euros vaticanos. Decirle a mi chofer que me mareo con mucha facilidad. (Preguntar si puedo ir delante.)
7.Poner piscina en mi avión, para los viajes largos. Pensar en algún epitafio ingenioso, pero complejo.
8.Descanonizar a cuatro. Nombrar un comisario pontificio que controle a los comisarios pontificios.
9.Crear un palacio apostólico de verano en el norte de Noruega al lado de un lago de patos o cisnes, pero no de gaviotas que hacen ruido por la noche con sus graznidos.
10.Enviar a la Guardia Suiza para que metan en una “clausura especial” en las mazmorras vaticanas a las monjas que digan ciertas cosas en ciertos platós de televisión. Mi cocinero reservará cada día de mi misma mesa una parte de mi pan y mi agua para alimentarlas.
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