La liturgia diaria meditada - Que cargue con su cruz y me siga (Mc 8, 34—9, 1) 17/02



Viernes 17 de Febrero de 2017
Misa a elección:

Feria. Verde.
Los siete santos fundadores de la Orden de los Siervos de la Virgen María. (ML). Blanco.

Los siete santos fundadores de la Orden de los Siervos de María son: Bonfilio, Bartolomé, Juan, Benito, Gerardino, Ricovero y Alejo. Siendo mercaderes en Florencia, se retiraron de común acuerdo al monte Senario para servir a la Santísima Virgen María, fundando una Orden bajo la Regla de san Agustín. Son conmemorados en este día, en el que falleció, ya centenario, el último de ellos, Alejo, en el año 1310.

Antífona de entrada         cf. Sal 30, 3-4
Señor, sé para mí una roca protectora, un baluarte donde me encuentre a salvo, porque tú eres mi roca y mi baluarte; por tu nombre, guíame y condúceme.

Oración colecta    
Dios nuestro, que te complaces en habitar en los corazones rectos y sencillos, concédenos la gracia de vivir de tal manera que encuentres en nosotros una morada digna de tu agrado. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

O bien:         de los siete santos Fundadores
Padre, infunde en nosotros la misma caridad que impulsó a los santos Fundadores a venerar con gran devoción a la Madre de tu Hijo y a conducir a tu pueblo hacia ti. Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración sobre las ofrendas       
Que esta ofrenda nos purifique y renueve, Señor, y sea causa de recompensa eterna para quienes cumplen tu voluntad. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión       cf. Sal 77, 29-30
Ellos comieron y se saciaron, el Señor les dio lo que habían pedido; no fueron defraudados.

O bien:         Jn 3, 16
Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna.

Oración después de la comunión
Saciados con el pan del cielo, te pedimos, Padre, la gracia de desear siempre este alimento que nos da la vida verdadera. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Lectura        Gn 11, 1-9
Lectura del libro del Génesis.
Después del Diluvio, todo el mundo hablaba una misma lengua y empleaba las mismas palabras. Y cuando los hombres emigraron desde Oriente, encontraron una llanura en la región de Senaar y se establecieron allí. Entonces se dijeron unos a otros: “¡Vamos! Fabriquemos ladrillos y pongámoslos a cocer al fuego”. Y usaron ladrillos en lugar de piedra, y el asfalto les sirvió de mezcla. Después dijeron: “Edifiquemos una ciudad, y también una torre cuya cúspide llegue hasta el cielo, para perpetuar nuestro nombre y no dispersarnos por toda la tierra”. Pero el Señor bajó a ver la ciudad y la torre que los hombres estaban construyendo, y dijo: “Si ésta es la primera obra que realizan, nada de lo que se propongan hacer les resultará imposible, mientras formen un solo pueblo y todos hablen la misma lengua. Bajemos entonces, y una vez allí, confundamos su lengua, para que ya no se entiendan unos a otros”. Así el Señor los dispersó de aquel lugar, diseminándolos por toda la tierra, y ellos dejaron de construir la ciudad. Por eso se llamó Babel: allí, en efecto, el Señor confundió la lengua de los hombres y los dispersó por toda la tierra.
Palabra de Dios.

Comentario
En este relato, “el único lenguaje” encierra la pretensión de dominio universal. No es un único lenguaje para entenderse, sino para imponerse a todos hasta llegar a desafiar al mismo Dios: una torre que llegue hasta el cielo y una fama que todos admiren. Al mezclar los lenguajes Dios asegura la riqueza de la diversidad. Diversidad que se expande por toda la faz de la tierra.

Sal 32, 10-15
R. ¡Feliz el pueblo cuyo Dios es el Señor!

El Señor frustra el designio de las naciones y deshace los planes de los pueblos, pero el designio del Señor permanece para siempre, y sus planes, a lo largo de las generaciones. R.

¡Feliz la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que él eligió como herencia! El Señor observa desde el cielo y contempla a todos los hombres. R.

Él mira desde su trono a todos los habitantes de la tierra, modela el corazón de cada uno y conoce a fondo todas sus acciones. R.

Aleluya        Jn 15, 15b
Aleluya. “Yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre”, dice el Señor. Aleluya.

Evangelio     Mc 8, 34—9, 1
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.
Jesús, llamando a la multitud, junto con sus discípulos, les dijo: “El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida? Porque si alguien se avergüenza de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con sus santos ángeles”. Y les decía: “Les aseguro que algunos de los que están aquí presentes no morirán antes de haber visto que el Reino de Dios ha llegado con poder”.
Palabra del Señor.

Comentario
En esto se nos va la vida: en seguir fielmente a Jesús. Y en este seguimiento está toda nuestra ganancia y el sentido de nuestra existencia. Es con él que caminamos, con nuestras alegrías y nuestras cruces, convencidos de que el Padre está haciendo el Reino hoy en medio de nosotros.

Oración introductoria 
Gracias, Padre Santo, por esta oportunidad que me das de ponerme en tu presencia. Ilumina mi mente y mi corazón con la luz de tu amor. Dame la gracia de escucharte y de aceptar con sencillez tu voluntad en mi vida. Señor enséñame a entender que la cruz de cada día es una oportunidad para crecer en la fe, la confianza y el amor a ti. Ayúdame, Dios mío, a buscar no una vida sin cruces y sin dificultades sino que esas mismas contrariedades y sufrimientos me lleven a ver y encontrar tu mano amorosa. 

Petición 
Señor Jesús, permíteme entender que la cruz y el sufrimiento son elementos connaturales a nuestra existencia humana. Por eso te pido, Dios mío, que me ayudes a enfrentar la experiencia de la cruz con fe y amor, de manera que se convierta en un camino de conversión e intimidad contigo. 

Meditación 

Hoy el Evangelio nos habla de dos temas complementarios: nuestra cruz de cada día y su fruto, es decir, la Vida en mayúscula, sobrenatural y eterna.

Nos ponemos de pie para escuchar el Santo Evangelio, como signo de querer seguir sus enseñanzas. Jesús nos dice que nos neguemos a nosotros mismos. Tomar la propia cruz es aceptar las pequeñas mortificaciones que cada día encontramos por el camino. 

Nos puede ayudar a ello la frase que Jesús dijo en el sermón sacerdotal en el Cenáculo: «Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el labrador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta; y todo el que da fruto, lo poda para que dé más fruto» (Jn 15,1-2). Sí, somos conscientes de que el Padre nos puede ayudar para dar fruto abundante en nuestra vida terrenal y después gozar en la vida eterna.

San Ignacio guiaba a san Francisco Javier con las palabras del texto de hoy: «¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida?» (Mc 8,36). Así llegó a ser el patrón de las Misiones. Con la misma tónica, leemos el último canon del Código de Derecho Canónico (n. 1752): «(...) teniendo en cuenta la salvación de las almas, que ha de ser siempre la ley suprema de la Iglesia». San Agustín tiene la famosa lección: «Animam salvasti tuam predestinasti», que el adagio popular ha traducido así: «Quien la salvación de un alma procura, ya tiene la suya segura». La invitación es evidente.

Cuando tomamos una postura sobrenatural ante la cruz y el sufrimiento hacemos una experiencia de purificación que nos lleva a madurar y crecer en la fe, la esperanza y el amor. El dolor, como el jardinero, poda las ramas secas y enfermas del árbol para que florezca y dé abundantes frutos. En el sufrimiento, aceptado con fe, tenemos una oportunidad única para valorar y apreciar mejor la vida humana. De esta forma, nos hacemos más sensibles y compasivos ante el dolor ajeno. 

María, la Madre de la Divina Gracia, nos da la mano para avanzar en este camino. 

Propósito 
Enfrentaré las dificultades y problemas con un profundo sentido sobrenatural, viendo en esos un camino de confianza en Dios y de salvación. 

Diálogo con Cristo 
Señor, Tú que has dicho: «el quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame», te pido que me ayudes a comprender que el sufrimiento es una experiencia que forma parte íntima de nuestra existencia. Dios mío enséñame a responder con fe y esperanza ante la realidad de la cruz, pues «¿dónde podrá el hombre buscar la respuesta a las cuestiones dramáticas como el dolor, el sufrimiento de los inocentes y la muerte, sino en la luz que brota del misterio de la pasión, muerte y resurrección de Cristo?» 

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16:44

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