8 de diciembre.

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Homilía para la Solemnidad de la Inmaculada Concepción 2013.

El tiempo de Adviento no es una simple preparación a la fiesta de la Navidad. Navidad es más bien el momento culminante de una larga celebración que dura cuatro semanas, y que es la celebración de la venida (adventus en latín) del Hijo de Dios en la humanidad y en la historia. Navidad, en efecto, no es una suerte de aniversario del nacimiento de Jesús niño, sino la celebración de esta realidad extraordinaria: ¡Dios ha venido en medio nuestro y se hizo uno de nosotros!

Si Dios viene a nosotros, si se nos da, es necesario recibirlo. Por eso la Liturgia de Adviento, desde los primeros días, nos pone delate de los ojos la figura de la Virgen María, aquella que estuvo totalmente abierta a esta presencia, hasta el punto que fue la Madre de Dios.

En esta fiesta de la Inmaculada Concepción, celebramos precisamente esta total apertura a Dios, esta completa aceptación de su venida y de su presencia. Y porque el pecado es cerrazón y rechazo, aquella que es total apertura nació y se mantuvo sin pecado.

Hay sin embargo apertura y apertura. Al ser humano, en un pleno respeto de su libertad, son ofrecidas la muerte y la vida. El género humano, representado simbólicamente por Adán y Eva, desde los inicios de su historia, han acogido la mentira, la tentación y la muerte, es lo que nos contó la primera lectura de la Misa de hoy, tomada del libro del Génesis.  Muchos siglos más tarde, es en María, esta humilde joven de Galilea, que toda la humanidad se abre no ya a la mentira y a la muerte sino a la Verdad y a la Vida.

En uno y en otro caso, hay un mensajero. En el primer caso es la serpiente, que simboliza la mentira que induce al error. En el segundo caso se trata de Gabriel, un mensajero de Dios. El relato es muy colorido. San Lucas, en efecto, sabe escribir. El ángel aparece al inicio y desaparece al final. Entre esta llegada y esta partida, san Lucas logra presentarnos los principales personajes del Evangelio, a partir de una hecho (el anuncio a la Virgen), diciéndonos quienes son y cual es su misión: primero Jesús, nacido de María, la cual es prometida de José, después san Juan Bautista, nacido de Elizabeth, esposa de Zacarías.

¿Cuál es el tenor esencial del mensaje del arcángel Gabriel a María? Es este: Tú fuiste colmada de los favores divinos -tú concebirás y darás a luz un hijo al cual darás el nombre de Jesús – el será el Hijo del Altísimo y al mismo tiempo el hijo de David. Y ¿cuál es el tenor esencial de la respuesta de la Virgen?: Yo soy la sierva del Señor, que todo suceda según su voluntad. El ofrecimiento más sublime por una parte, y la aceptación más total y más humilde por otra.

¿Qué lección podemos sacar para nosotros? Nuestra vida está signada por “visitas” con las cuales Dios, utilizando diversos intermediarios y diversos mensajeros, nos hace conocer su voluntad. Nosotros no somos, como María, total aceptación y total apertura. Pero, en la misma medida que vamos por ese camino, Dios nace en nosotros gradualmente, y nos vuelve conforme a su imagen. En María está la apertura absoluta a la gracia que la ha llenado de la presencia divina, además de ser la madre biológica de Jesús; en nuestro caso es la gracia inversa; vale decir, es la presencia divina en nosotros que nos abre gradualmente a la gracia.

Que en estos días de Adviento intensifiquemos nuestro encuentro con Jesús y, a ejemplo de María, que nuestra vida sea un gran sí y nunca cerrazón y rechazo.

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