En ocasiones me da por pensar que una fuerza anónima, algo así como una ley no escrita de la historia, nos arrastra hacia una de las actitudes simplificadoras de la libertad humana: la de elegir obligatoriamente entre dos opciones indeseables o responder, sin excusas, a dilemas engañosos: Trump o Clinton, Rajoy o Sánchez, capitalismo o socialismo, izquierda o derecha… ¿por qué?
Sin duda el maniqueísmo está alojado en una región profunda del corazón del hombre como la respuesta a las sucesivas amenazas del miedo y que todo individuo se ve tentado, en algún momento, a creer que un mundo dividido entre la pura luz y la tiniebla total es un mundo más fácil de entender. Pero, si algo nos ha enseñado la historia y la propia experiencia de la vida -mientras gastamos o ganamos nuestro tiempo, según se mire-, es que “la existencia transcurre precisamente entre la noche más profunda y el resplandor del mediodía, sin anclarse ni en una ni en otro. Aunque no sepamos lo que es la libertad sí podemos sentir sus efectos cuando percibimos la 'infinitud cromática' que brota cada día entre el blanco y el negro” (Argullol).
A menor riqueza cromática, menor experiencia de la libertad (y viceversa). Es preferible saber bien por qué y con qué finalidad, nos movemos todos, hacia dónde vamos, unos con incomodidad, otros en silencio. No admitir estamos en un escenario, iluminados por los focos que nos ciegan, en una reprsentación en la que se nos da todo pensado -“somos esclavos de un estúpido guión”-, dirá Woody Allen, en boca de un actor de su genial “La rosa púrpura del Cairo”.
Ante el miedo el hombre siempre busca seguridad en fortalezas, tanto exteriores como espirituales, y supongo que, de analizar cada siglo de la Historia, identificaríamos las murallas y trincheras que se encontraron adecuadas en cada época. Por la misma razón el hombre ha dado lo mejor de sí mismo cuando al abrir los muros de su refugio se ha lanzado, pese a todas las dificultades, a la exploración de la existencia, a la búsqueda de colores y a la captura de matices. Como alguien dijo: “es mejor construir puentes que muros”.

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