Garantizar unos sueldos dignos debería ser una prioridad para cualquier sociedad que aspire a ser justa. Así lo creen los conservadores que quieren incluir este objetivo en la agenda pro-familia. Por su parte, los progresistas tienen motivos para defender que el apoyo económico a las familias favorece la movilidad social.
En EE.UU., la crisis económica está llevando a algunos intelectuales afines al Partido Republicano a tomarse en serio la acusación de que los conservadores se han desentendido del debate sobre la desigualdad. Uno de los más influyentes es Arthur Brooks, presidente del American Enterprise Institute. En su libro The Conservative Heart, critica que los republicanos se empeñen en presentarse como los que mejor gestionan la economía. Y les pide que comprendan que “la mayor parte de los norteamericanos quieren políticas públicas que no sean solo económicamente eficientes, sino también moralmente justas”.
Otro pensador que está pidiendo un cambio de rumbo en el conservadurismo norteamericano es Yuval Levin, director de la revista National Affairs. Considerado uno de los ideólogos de Paul Ryan, presidente de la Cámara de Representantes, Levin sostiene que los republicanos no pueden limitarse a promover el crecimiento económico como remedio para todos los problemas. También deben atajar la falta de oportunidades y la escasa movilidad social que afectan, por ejemplo, a la clase trabajadora.
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