La liturgia diaria meditada - ¿Por qué les hablas por medio de parábolas? (Mt 13,10-17) 21/07



Jueves 21 de Julio de 2016
Misa a elección:

Feria. Verde.
San Lorenzo de Brindis, presbítero y doctor de la Iglesia. (ML). Blanco.

El nombre de bautismo de Lorenzo era Julio César Russo, y nació en Brindis (Italia), en al año 1559. Ingresó a la Orden de los Capuchinos. Dominaba varias lenguas, antiguas y modernas, y fue un gran predicador que recorrió toda Italia. Por sus cualidades fue elegido provincial de Toscana y luego superior de la Orden (1602-1605). Fundó conventos capuchinos en Alemania, Austria, Moravia y Tirol. Murió el 22 de julio de 1619.

Antífona de entrada          Sal 53, 6. 8
Dios es mi ayuda, el Señor es mi verdadero sostén. Te ofreceré un sacrificio voluntario, daré gracias a tu nombre porque es bueno.

Oración colecta     
Señor nuestro, mira con bondad a tus servidores y multiplica en nosotros los dones de tu gracia, para que, fervorosos en la fe, la esperanza y la caridad, perseveremos con asidua vigilancia en el cumplimiento de tus mandamientos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

O bien:         de san Lorenzo de Brindis
Dios nuestro, que para gloria de tu nombre y salvación de las almas otorgaste al presbítero san Lorenzo de Brindis, el espíritu de sabiduría y de fortaleza; concédenos, en ese mismo espíritu, conocer lo que debemos hacer y, por su intercesión, llevarlo a la práctica. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

Oración sobre las ofrendas        
Padre Santo, por el sacrificio único de tu Hijo llevaste a la perfección las ofrendas de la antigua ley; te pedimos que recibas la oblación de tus fieles y la santifiques como lo hiciste con la ofrenda de Abel, para que los dones presentados en honor de tu nombre sirvan para la salvación de todos. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión        Sal 110, 4-5
El Señor hizo portentos memorables, es bondadoso y compasivo; dio alimento a sus fieles.

Antífona       cf. Apoc 3, 20
Dice el Señor: “Yo estoy junto a la puerta y llamo; si alguien oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaremos juntos”.

Oración después de la comunión
Padre, ayuda con bondad a tu pueblo, que has alimentado con los sacramentos celestiales; concédele apartarse del pecado y comenzar una vida nueva. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Lectura        Jer 2, 1-3. 7-8. 12-13
Lectura del libro de Jeremías.
La palabra del Señor llegó a mí en estos términos: “Ve a gritar a los oídos de Jerusalén: Así habla el Señor: Recuerdo muy bien la fidelidad de tu juventud, el amor de tus desposorios, cuando me seguías por el desierto, por una tierra sin cultivar. Israel era algo sagrado para el Señor, las primicias de su cosecha: todos los que comían de él se hacían culpables, les sobrevenía una desgracia –oráculo del Señor–. Yo los hice entrar en un país de vergeles, para que comieran de sus frutos y sus bienes; pero ustedes entraron y contaminaron mi país e hicieron de mi herencia una abominación. Los sacerdotes no preguntaron: ‘¿Dónde está el Señor?’, los depositarios de la Ley no me conocieron, los pastores se rebelaron contra mí, los profetas profetizaron en nombre de Baal y fueron detrás de los que no sirven de nada. ¡Espántense de esto, cielos, horrorícense y queden paralizados! –oráculo del Señor–. Porque mi pueblo ha cometido dos maldades: me abandonaron a mí, la fuente de agua viva, para cavarse cisternas, cisternas agrietadas, que no retienen el agua”.
Palabra de Dios.

Comentario
El recorrido histórico nos lleva desde el entusiasmo del amor juvenil hasta la traición posterior. Y los principales ejecutores de esa traición a Dios han sido los jefes religiosos: sacerdotes, maestros y profetas. Cuidemos la vida de nuestras comunidades hoy, exigiendo a sus dirigentes que sean los primeros en dar el ejemplo de fidelidad a Dios.

Sal 35, 6-7b. 8-11
R. ¡En ti está la fuente de la vida, Señor!

Tu misericordia, Señor, llega hasta el cielo, tu fidelidad hasta las nubes. Tu justicia es como las altas montañas, tus juicios, como un océano inmenso. R.

¡Qué inapreciable es tu misericordia, Señor! Por eso los hombres se refugian a la sombra de tus alas. Se sacian con la abundancia de tu casa, les das de beber del torrente de tus delicias. R.

En ti está la fuente de la vida, y por tu luz vemos la luz. Extiende tu gracia sobre los que te reconocen, y tu justicia sobre los rectos de corazón. R.

Aleluya        cf. Mt 11, 25
Aleluya. Bendito eres, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque revelaste los misterios del Reino a los pequeños. Aleluya.

Evangelio     Mt 13, 10-17
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
En aquel tiempo, acercándose los discípulos dijeron a Jesús: «¿Por qué les hablas en parábolas?». Él les respondió: «Es que a vosotros se os ha dado el conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no. Porque a quien tiene se le dará y le sobrará; pero a quien no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden. En ellos se cumple la profecía de Isaías: ‘Oír, oiréis, pero no entenderéis, mirar, miraréis, pero no veréis. Porque se ha embotado el corazón de este pueblo, han hecho duros sus oídos, y sus ojos han cerrado; no sea que vean con sus ojos, con sus oídos oigan, con su corazón entiendan y se conviertan, y yo los sane’.

»¡Pero dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! Pues os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron». 
Palabra del Señor.

Comentario
Las parábolas no explican ni resuelven el misterio del Reino de Dios, sino que simplemente hablan de nuestras opciones y conductas. Si escuchamos y vemos a Dios en la vida, entonces ya vivimos la parábola del grano de mostaza, la de la oveja encontrada, la del hijo que vuelve a casa, la de la semilla que crece y todas las demás.

Oración introductoria
Señor, concédeme la gracia de conocer los misterios del Reino que me has revelado, y puesto que me lo has dado a conocer a mí, no permitas que sea indiferente a la predilección de tu amor. Hazme ser consciente de que mi felicidad solo puede venir de la experiencia de tu amor.

Meditación 

Hoy, recordamos la "alabanza" dirigida por Jesús a quienes se agrupaban junto a Él: «¡dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen!» (Mt 13,16). Y nos preguntamos: ¿Van dirigidas también a nosotros estas palabras de Jesús, o son únicamente para quienes lo vieron y escucharon directamente? Parece que los dichosos son ellos, pues tuvieron la suerte de convivir con Jesús, de permanecer física y sensiblemente a su lado. Mientras que nosotros nos contaríamos más bien entre los justos y profetas -¡sin ser justos ni profetas!- que habríamos querido ver y oír.

No olvidemos, sin embargo, que el Señor se refiere a los justos y profetas anteriores a su venida, a su revelación: «Os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron» (Mt 13,17). Con Él llega la plenitud de los tiempos, y nosotros estamos en esta plenitud, estamos ya en el tiempo de Cristo, en el tiempo de la salvación. Es verdad que no hemos visto a Jesús con nuestros ojos, pero sí le hemos conocido y le conocemos. Y no hemos escuchado su voz con nuestros oídos, pero sí que hemos escuchado y escuchamos sus palabras. El conocimiento que la fe nos da, aunque no es sensible, es un auténtico conocimiento, nos pone en contacto con la verdad y, por eso, nos da la felicidad y la alegría.

Es abrumador considerar que Dios nos ha escogido a nosotros, humanos, para conocer los misterios del Reino, es decir, conocer el amor de un Dios que ha llegado a hacerse hombre para alcanzarnos la redención. Pero no a todos se nos ha dado a conocer este amor: «A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no». Estas personas que no conocen el amor de Dios son las que «miran y no ven, oyen y no escuchan ni entienden», porque sus corazones se han endurecido. 

Sí, hoy en el mundo hay quizás millones de personas que no quieren oír, ni ver, ni experimentar el amor de Dios en sus vidas y que, por tanto, no serán curadas. El amor de Dios es rechazado por muchos corazones, es excluido de la vida de muchas personas y es incluso ofendido por el desprecio irreverente de quienes quieren vivir al margen de los mandamientos.

Y ante este panorama conviene preguntarnos: ¿Quiénes somos nosotros para contarnos entre los que, al menos un poco, sí hemos experimentado el amor de Dios? Nosotros conocemos, escuchamos y experimentamos en nuestra vida el amor de Dios y, poco o mucho, procuramos corresponderlo. Como católicos hemos sido contados entre el número de los felices que ven y escuchan lo que muchos profetas y justos desearon ver: el amor de un Dios hecho hombre para salvarnos, para acompañarnos en nuestras alegrías, luchas y tristezas; el amor de un Dios que se ha quedado en el Sagrario hasta el final de los tiempos para ser el alimento y el consuelo de nuestra vida; el amor de un Dios que para desatarnos de los lazos del pecado se ha atado a sí mismo a una cruz.

Agradezcamos nuestra fe cristiana, estemos contentos de ella. Intentemos que nuestro trato con Jesús sea cercano y no lejano, tal como le trataban aquellos discípulos que estaban junto a Él, que le vieron y oyeron. No miremos a Jesús yendo del presente al pasado, sino del presente al presente, estemos realmente en su tiempo, un tiempo que no acaba. La oración -hablar con Dios- y la Eucaristía -recibirle- nos aseguran esta proximidad con Él y nos hacen realmente dichosos al mirarlo con ojos y oídos de fe. 

Propósito
Hacer una visita a Cristo Eucaristía para agradecerle el don de la fe y de su amor. 

Diálogo con Cristo
Gracias, Señor, por hacerme conocedor de tus misterios, que se sintetizan en tu amor por mí. Dame la gracia de corresponder a tu amor llevándolo también a tantas personas que no lo conocen o que simplemente lo rechazan. Dame la gracia de vivir con el ardiente deseo y el firme propósito de conocerte, de amarte y de imitarte cada día más en la realidad de mi vida diaria.

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17:05

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