Cena: De primero, potaje de alubias con espinacas, perfectamente sazonado, caldoso, hecho por mi madre que me ha visitado unos días. De segundo, una taza de kéfir con trozos de melocotón y un muffin de yogurt. El muffin me lo ha traído una amiga médico con todo el cariño del mundo. De postre, unos trocitos de chocolate sin azúcar deshaciéndose en mi boca sin prisas.
Armado con estos pertrechos dentro de mi cuerpo he ido al confesionario de la Capilla de las Santas Formas, donde tengo el turno de confesiones hasta las 11:00 de la noche.
Al acabar, me he dado con un amigo mío un largo paseo a paso ligero. Hora y media de charla, más que nada criticando cómo está el mundo. Él me contaba cosas jurídicas, que es su campo.
Qué placer llegar completamente sudado desde la coronilla hasta los pies y darse una larga ducha caliente, jabonosa, relajante. Y, sintiéndome completamente limpio, sentarme a escuchar un poco de música de bandas sonoras mientras escribo este post para envidia de comunistas anticlericales y ateos amargados.
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