La liturgia diaria meditada – Un profeta es despreciado solamente en su pueblo, en su familia y en su casa (Mc 6, 1-6) 03/01



Miércoles 03 de Febrero de 2016
Misa a elección:

Feria. Verde.
San Blas, obispo y mártir. (ML). Rojo. 
San Óscar, obispo. (ML). Blanco.

San Blas vivió en el siglo IV. La tradición cuenta que una vez libró a un niño de una espina en la garganta que lo estaba asfixiando. Cuando san Blas fue preso por ser cristiano, la madre del niño lo visitaba en la cárcel llevándole alimentos y velas. De allí la costumbre de bendecir las gargantas con velas en este día. San Blas es conocido como uno de los “catorce santos auxiliadores”, un grupo de santos que desde el siglo XIV son conocidos por la eficacia de su intercesión contra varias enfermedades.

Antífona de entrada    cf. Sal 105, 47
Sálvanos, Señor y Dios nuestro, congréganos de entre las naciones, para que podamos dar gracias a tu santo nombre y gloriarnos en tu alabanza.

Oración colecta         
Señor y Dios nuestro, concédenos honrarte con todo el corazón y amar a todos con amor verdadero. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

O bien:             de san Blas
Escucha, Señor, las súplicas que te presentamos por la intercesión de san Blas, mártir, y concédenos gozar de la paz en esta vida y recibir la recompensa eterna. Por nuestro Señor Jesucristo…

O bien:             de san Oscar
Señor, que enviaste al obispo san Óscar para iluminar con el Evangelio a numerosos pueblos, concédenos, por su intercesión, la gracia de caminar siempre en la luz de tu verdad. Por nuestro Señor Jesucristo…

Oración sobre las ofrendas  
Presentamos ante tu altar, Señor, los dones de nuestra entrega; te rogamos que los aceptes con bondad y los conviertas en el sacramento de nuestra redención. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona          Sal 30, 17-18
Que brille tu rostro sobre tu servidor, sálvame por tu misericordia. Señor, que no me avergüence de haberte invocado.

O bien: Mt 5, 3.5
Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el reino de los cielos. Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.

Oración después de la comunión
Alimentados con el don de nuestra redención, te pedimos, Padre, que con este auxilio de salvación eterna se acreciente siempre en nosotros la verdadera fe. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Lectura           2Sam 24, 2. 9-17
Lectura del segundo libro de Samuel.
El rey dijo a Joab, el jefe del ejército, que estaba con él: “Recorre todas las tribus de Israel, desde Dan hasta Berseba y hagan el censo del pueblo, para que yo sepa el número de la población”. Joab presentó al rey las cifras del censo de la población, y resultó que en Israel había ochocientos mil hombres aptos para el servicio militar, y en Judá, quinientos mil. Pero, después de esto, David sintió remordimiento de haber hecho el recuento de la población, y dijo al Señor: “He pecado gravemente al obrar así. Dígnate ahora, Señor, borrar la falta de tu servidor, porque me he comportado como un necio”. A la mañana siguiente, cuando David se levantó, la palabra del Señor había llegado al profeta Gad, el vidente de David, en estos términos: “Ve a decir a David: Así habla el Señor: Te propongo tres cosas. Elige una, y yo la llevaré a cabo”. Gad se presentó a David y le llevó la noticia, diciendo: “¿Qué prefieres: soportar tres años de hambre en tu país, o huir tres meses ante la persecución de tu enemigo, o que haya tres días de peste en tu territorio? Piensa y mira bien ahora lo que debo responder al que me envió”. David dijo a Gad: “¡Estoy en un grave aprieto! Caigamos más bien en manos del Señor, porque es muy grande su misericordia, antes que caer en manos de los hombres”. Entonces el Señor envió la peste a Israel, desde esa mañana hasta el tiempo señalado, y murieron setenta mil hombres del pueblo, desde Dan hasta Berseba. El Ángel extendió la mano hacia Jerusalén para exterminarla, pero el Señor se arrepintió del mal que le infligía y dijo al Ángel que exterminaba al pueblo: “¡Basta ya! ¡Retira tu mano!”. El Ángel del Señor estaba junto a la era de Arauná, el jebuseo. Y al ver al Ángel que castigaba al pueblo, David dijo al Señor: “¡Soy yo el que he pecado! ¡Soy yo el culpable! Pero éstos, las ovejas, ¿qué han hecho? ¡Descarga tu mano sobre mí y sobre la casa de mi padre!”.
Palabra de Dios.

Comentario
El relato, cargado de concepciones muy lejanas a nosotros, quiere mostrar que el arrepentimiento y la confesión de una culpa mueve el corazón misericordioso de Dios. David hizo censar al pueblo para organizar la recaudación de impuestos y financiar la organización del ejercito. Esto es considerado un pecado, porque pone su confianza en los instrumentos humanos y no en Dios, y merece un castigo. David eligió la peste, algo destructivo e incontrolable, pero su arrepentimiento y confesión salvó al pueblo y a sí mismo.

Sal 31, 1-2. 5-7
R. ¡Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado!

¡Feliz el que ha sido absuelto de su pecado y liberado de su falta! ¡Feliz el hombre a quien el Señor no le tiene en cuenta las culpas, y en cuyo espíritu no hay doblez! R.

Yo reconocí mi pecado, no te escondí mi culpa, pensando: “Confesaré mis faltas al Señor”. ¡Y tú perdonaste mi culpa y mi pecado! R.

Por eso, que todos tus fieles te supliquen en el momento de la angustia; y cuando irrumpan las aguas caudalosas no llegarán hasta ellos. R.

Tú eres mi refugio, tú me libras de los peligros y me colmas con la alegría de la salvación. R.

Aleluya           Jn 10, 27
Aleluya. “Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco, y ellas me siguen”, dice el Señor. Aleluya.

Evangelio        Mc 6, 1-6
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.
Jesús se dirigió a su pueblo, seguido de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba estaba asombrada y decía: “¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se realizan por sus manos? ¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros?”. Y Jesús era para ellos un motivo de escándalo. Por eso les dijo: “Un profeta es despreciado solamente en su pueblo, en su familia y en su casa”. Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de sanar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos. Y él se asombraba de su falta de fe. Jesús recorría las poblaciones de los alrededores, enseñando a la gente.
Palabra del Señor.

Comentario
“Con Dios y ante Dios hay que dejarse sorprender, hay que dejar siempre un margen al asombro, a la admiración y al desconcierto. Sus planes no son nuestros planes y sus caminos no son los nuestros. Incluso haciendo las cosas lo mejor que podemos, Dios nos sorprende siempre. Y nuestra mejor respuesta es fiarnos más que nunca de ese Dios sorpresivo y confiar en él”.

Oración introductoria
Señor, permite, por tu gracia, que pueda reconocerte en esta meditación. Confío en Ti, en tu Palabra que me ha revelado que, a pesar de mis debilidades, puedo acercarme a Ti para ser curado y redimido por tu amor.

Petición
Jesús, ayúdame a conocerte más, para poder amarte más.

Meditación 

Hoy el Evangelio nos muestra cómo Jesús va a la sinagoga de Nazaret, el pueblo donde se había criado. El sábado es el día dedicado al Señor y los judíos se reúnen para escuchar la Palabra de Dios. Jesús va cada sábado a la sinagoga y allí enseña, no como los escribas y fariseos, sino como quien tiene autoridad (cf. Mc 1,22).

Según las expectativas judías, el Mesías no podía proceder de un pueblo tan oscuro, como era el caso de Nazaret. Al mismo tiempo, sin embargo, muestra la libertad de Dios, que sorprende nuestras expectativas, manifestándose precisamente allí donde no nos lo esperamos. 

¿De dónde le viene esto?, y ¿qué sabiduría es ésta que le ha sido dada? ¿Y esos milagros hechos por sus manos?

Dios nos habla también hoy mediante la Escritura. En la sinagoga se leen las Escrituras y, después, uno de los entendidos se ocupaba de comentarlas, mostrando su sentido y el mensaje que Dios quiere transmitir a través de ellas. Se atribuye a san Agustín la siguiente reflexión: «Así como en la oración nosotros hablamos con Dios, en la lectura es Dios quien nos habla».

El hecho de que Jesús, Hijo de Dios, sea conocido entre sus conciudadanos por su trabajo, nos ofrece una perspectiva insospechada para nuestra vida ordinaria. El trabajo profesional de cada uno de nosotros es medio de encuentro con Dios y, por tanto, realidad santificable y santificadora. Nuestra vocación humana es parte, y parte importante, de nuestra vocación divina. Ésta es la razón por la cual nos tenémos que santificar, contribuyendo al mismo tiempo a la santificación de los demás, de nuestros iguales, precisamente santificando nuestro trabajo y nuestro ambiente: esa profesión u oficio que llena nuestros días, que da fisonomía peculiar a nuestra personalidad humana, que es nuestra manera de estar en el mundo; ese hogar, esa familia; y esa nación, en que hemos nacido y a la que amámos».

Acaba el pasaje del Evangelio diciendo que Jesús «no podía hacer allí ningún milagro (…). Y se maravilló de su falta de fe» (Mc 6,5-6). También hoy el Señor nos pide más fe en Él para realizar cosas que superan nuestras posibilidades humanas. Los milagros manifiestan el poder de Dios y la necesidad que tenemos de Él en nuestra vida de cada día.

Propósito
Reconocer y honrar diariamente a Jesús, que se me manifiesta continuamente en la oración. Antes de tomar una decisión importante me preguntaré cuál es el ejemplo que Jesucristo me da en el Evangelio para tratar de imitarlo.

Diálogo con Cristo
Señor Jesús, ¿qué importancia le doy a tu Palabra? ¿Es ella la brújula en mi toma de decisiones? ¿Es mi fortaleza cuando aparecen las contrariedades? Ayúdame a buscarte en la lectura atenta y fervorosa de la Sagrada Escritura, libro vivo donde puedo aprender a conocerte, amarte y seguirte.

16:31

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