El poeta ingles John Mansfield escribió: “tal vez de tanto en tanto, la alabanza eche a perder a alguien, pero es seguro que cada día algo digno y bello muere por falta de elogio”.
Debemos ser parcos en el elogio, pero no raquíticos. Por falta de elogio algo digno y bello puede morir cada día. El otro extremo es la alabanza sin medida, siempre dañina.
Los pros y los contras del elogio son claros, ni elogiar sin ton ni son ni, por envidia o pereza, dejar de alabar a quien se lo merece. Dosificar en sus justas proporciones la alabanza y el elogio es señal de sabiduría y generosidad.
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