Iglesia y persona

¡Misterio grande y admirable! La Iglesia es la Gran Comunidad, la Católica, Cuerpo de Cristo en la historia que no anula a la persona, ni la absorbe en la masa, sino que la integra y eleva por gracia. Lo contrario a cualquier asociación humana o cualquier 'colectivo' que despersonaliza llegando a ser una masa informe.


La persona en la Iglesia recibe los medios sobrenaturales necesarios para desarrollar su persona al máximo, hasta el punto de crecer a la medida de Cristo en su plenitud. Es un 'yo' que crece en el 'Yo' de la Iglesia, al vivir unido a Cristo-Cabeza y a sus hermanos, miembros del Cuerpo del Señor.

Y así como el Señor conoce nuestro nombre, y a cada oveja la llama por su nombre, de una manera distinta y personalísima, así la Iglesia potencia este nombre personal recibido agregándonos a una Sociedad del Espíritu, siempre nueva y siempre personal, a la vez que comunitaria.

Con Guardini, profundicemos hoy en esta relación entre la Iglesia y la persona, miembro de ella.

"¿Qué es la Iglesia? La "vida nueva" entre los hombres.

-Nueva, a partir de la vida que surge del renacimiento de la Gracia; esto es lo sustancial del cristianismo. Lo que Cristo ha sido, lo que él ha enseñado, hecho, trabajado, padecido se resume de esta manera: Cristo ha instaurado la vida nueva. El Creador abraza su creación, es decir, la alumbra con su luz, con su fervor abrasa su voluntad y su vida afectiva, inunda con su paz el principio de la existencia y obra toda su esencia con su poder creador y modelador. Vida nueva significa que el Creador se interesa por su creación y la hace capaz de alcanzar su propia plenitud, le da el deseo y la capacidad para poseerlo a él mismo. Significa que la fecundidad infinita del Amor Divino se posesiona de lo creado, lo hace renacer formando parte de la propia naturaleza de Dios. En esto el Padre obra para su Hijo, en Cristo Jesús, por el Espíritu Santo.

Este estar unido el hombre con Dios es la vida nueva. Aquí el hombre pertenece a su Creador, quien, a su vez, le pertenece. Cosas muy profundas podrían decirse sobre este punto, pero debemos conformarnos con lo expuesto.

Este impresionante acontecimiento no es un suceso natural, sino un acto libre de Dios, ligado íntimamente a la persona histórica de Jesús de Nazareth y a su obra, tal como la ha consumado en la historia. No es un fenómeno natural, sino un don gratuito que supera todas las fuerzas de la naturaleza.

Veamos esto con más precisión. Considerado desde Dios, es algo completamente simple, pero, visto desde el interior de lo creado, su riqueza se despliega según las leyes que la configuran, leyes que Dios ha asentado en la naturaleza humana.

La vida nueva se manifiesta en la humanidad. Como tal, ésta es propiedad de Dios...

El pequeño grupo en Pentecostés ya constituía "la Humanidad", porque era una comunidad objetiva en la que el individuo era miembro de ella y tenía ya en germen la capacidad para crecer y abarcar en forma lenta, pero efectiva, a todos los hombres, así como la semilla se convierte en un árbol en el cual "habitan las aves del cielo". Se trata, entonces, de una dirección eficaz que está presente en el obrar divino. Dios contiene a los hombres a medida que cada uno de ellos se eleva sobre sí mismo; en cuanto se sitúan en una unidad supra-individual, son o pueden ser miembros de una comunidad.

La Iglesia surge mientras el poder regenerador y exaltador de Dios se orienta hacia la comunidad. La Iglesia es la vida nueva en su faz supra-individual, es decir, es la comunidad de los hombres renacida. El individuo es "Iglesia", en tanto que se entrega a la edificación de ésta, es miembro suyo y se convierte en célula de ella. Pero esto lo lleva a cabo con aquellas fuerzas que se encuentran por encima de la simple persona y que constituyen la totalidad como tal, la edifican, se introducen en ella y viven a partir de ella. La Iglesia es la faz supra-individual y objetiva de la vida nueva, aunque está naturalmente configurada por individuos.

La vida nueva tiene un aspecto subjetivo que es el alma individual, tal como, en su ser por sí, es poseída por la Gracia de Dios. La Iglesia acepta al hombre en cuanto éste se esfuerza por llegar a los demás superándose a sí mismo, está dispuesto y es capaz de construir, junto con otros hombres, algo en común que los trascienda y se hace miembro suyo. La personalidad individual se afirma en sí misma, como si fuera un mundo reunido en torno a un centro, y, también en este sentido, lo envuelve la Gracia de Dios. Con esto no estamos diciendo que habría en el hombre un ámbito que se sustrae a la influencia de la Iglesia. Es más correcto decir que todo el hombre está en la Iglesia con todo lo que él es; también con su personalidad particular él es miembro de ella. Pero esto ocurre en cuanto su ser y sus energías orientados hacia la comunidad; todo su ser, pero con proyección social. La persona individual en la actitud de "tú", en cuanto ella se inserta en lo comunitario. La misma persona, como individuo, tiene también un polo opuesto, ya que sus energías están orientadas hacia lo íntimo de ella, dispuestas a edificar un mundo en el que el individuo está solo consigo mismo. También en esta actitud, la persona, en tanto ser individual, es poseída por la Gracia de Dios.

Esto es así, por cuanto Dios es Dios de todos los hombres. Él se dirige hacia lo supraindividual, hacia la comunidad; por eso todos unidos encuentran en él lo que necesitan. Pero al mismo tiempo, él es Dios de cada uno de los individuos" (Guardini, R., El sentido de la Iglesia, Buenos Aires 2010, pp. 31-34).

La persona cristiana se desarrolla en la plenitud de lo que ella puede llegar a ser, por Gracia, en la Iglesia. Aquí nadie se despersonaliza y se convierte en un número, sino que aquí recibe todo para llegar a ser ella misma. La Iglesia no es un obstáculo para el desarrollo personal sino la garantía para dicho desarrollo.

La gran comunidad eclesial permite que cada persona llegue a ser ella misma, potenciando todo lo humano y elevando por Gracia al hombre creado y redimido. Pero el hombre -considerado en el verdadero humanismo cristiano- no es un ser aislado que vea en el otro un límite o un enemigo, sino es un ser en relación, que crece en relación de amor, a imagen de la Trinidad, comunidad de amor. La Iglesia es la Comunidad santa donde ese Amor sobrenatural fecunda lo humano y las relaciones humanas-comunitarias.

Nace una nueva humanidad con la incorporación a la Iglesia. Nace un hombre nuevo en la Iglesia, unido a Cristo. Nace la posibilidad de vencer el egoísmo con la caridad sobrenatural vivida en la Iglesia por el Espíritu Santo. Se rompen las barreras del aislamiento, las murallas de la autosuficiencia. Lo humano -lo personal- recibe su plenitud en la Comunidad eclesial.

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