EN LA CERCANÍA DEL FIN DEL MUNDO

Borja había leído nosedónde que en pocos meses iba a llegar el fin del mundo. En concreto, en octubre de 2010. Hay profetillas que periódicamente anuncian un final nunca consumado (al menos de momento… porque alguno algún día acertará).

El niño solo tenía once años y no mucha formación. La noticia le impactó de tal modo, que no solo él sino todos sus amigos fueron en comandilla al confesonario. Uno tras otro pidieron perdón por sus pecados. Había que estar preparados para el encuentro con el juez misericordioso. El sacerdote pronto comprendió que todos venían movidos por la noticia del telediario, segunda edición. No desaprovechó la ocasión. Les dijo que el mundo no se iba a acabar, pero que no por ello dejaran de confesarse. Así lo hicieron… y todos contentos.

La preocupación por este dato no es nueva. En una ocasión, al salir de la ciudad santa, un discípulo le mostró a Jesús el espectáculo maravilloso de los poderosos muros que sostenían el templo de Jerusalén. «La respuesta del Maestro fue sorprendente: dijo que de esos muros no quedaría piedra sobre piedra. Entonces Andrés, juntamente con Pedro, Santiago y Juan, le preguntó: Dinos cuándo sucederá eso y cuál será la señal de que todas estas cosas están para cumplirse (cfr. Mc 13, 1-4)»[1].

A los Apóstoles les había picado la curiosidad: ¿Cuándo será el fin del mundo? «Como respuesta a esta pregunta, Jesús pronunció un importante discurso sobre la destrucción de Jerusalén y sobre el fin del mundo, invitando a sus discípulos a leer con atención los signos del tiempo y a mantener siempre una actitud de vigilancia»[2]. Cristo no les anuncia la hora, sino que les exhorta a estar siempre atentos y en gracia de Dios, a buscar el bien en cada instante y la generosidad en cada acto.

Es valiosa la conclusión que extrae de este pasaje Benedicto XVI: «De este episodio podemos deducir que no debemos tener miedo de plantear preguntas a Jesús, pero, a la vez, debemos estar dispuestos a acoger las enseñanzas, a veces sorprendentes y difíciles, que él nos da»[3].

¿Quieres en este momento preguntarle alguna cosa a Jesús, quizá escondida desde hace tiempo en algún rincón oscuro de tu corazón? Aprovecha para hacerlo con confianza. Él te escucha.

[1] Benedicto XVI, Audiencia (14-06-2006).
[2] Ibíd.
[3] Ibíd.

Fulgencio Espá
02:47

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