“Expuso Jesús una parábola a sus discípulos: “Fijaos en la higuera o en cualquier árbol, cuando echan brotes, os basta verlos para saber que el verano está cerca. Pues, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán”. (Lc 21,29-33)
//embedr.flickr.com/assets/client-code.jsTodo es cuestión de saber ver.
Y no hace falta ver cosas grandes.
A veces son las cosas pequeñas las que nos dicen grandes verdades.
El problema no está en quedarnos en lo que ven los ojos.
Cuando debiéramos ver más allá.
¿Qué nos dicen lo que los ojos ven?
La parábola de Jesús es sencilla y simple.
Y es una parábola que todos sabemos leer.
“Cuando la higuera comienza a echar brotes” todos pensamos que el verano está cerca.
Pero Jesús no quiere darnos una lección que todos sabemos.
Sino que quiere enseñarnos:
A que aprendamos a ver lo que las cosas nos dicen.
A que aprendamos a ver lo que hay detrás de la realidad.
A que aprendamos a ver a Dios a través de las cosas.
Porque las cosas y los acontecimientos también hablan.
“Los brotes de la higuera hablan”, aunque no tengan voz.
Dios no se deja ver, pero se manifiesta en los acontecimientos de la vida.
Dios nos suele hablar no al oído o por teléfono, sino que nos habla a través de las realidades de la vida.
Una mujer embarazada, nos puede hablar de que “tenemos que nacer de nuevo”.
Un niño que nace, nos puede hablar de “nuestra filiación divina”.
Una pareja que se ama, nos puede hablar de “como ama Jesús a su Iglesia”.
Un anciano cargado de años, nos puede hablar “del regalo de la vida”.
Un pobre que nos tiende la mano, nos puede hablar “de Jesús que nos pide pan”.
Un enfermo que está en el hospital, nos puede hablar “de Jesús que espera nuestra visita”.
Incluso los acontecimientos de la vida pueden ser la voz de Dios que nos habla.
La rebeldía de los jóvenes, nos puede hablar de muchas cosas:
Nos puede hablar de una familia desintegrada.
Nos puede hablar de una falta de amor y cariño cuando eran niños.
Nos puede hablar de su insatisfacción de cara al futuro.
El hambre en el mundo nos puede hablar:
De la injusticia social.
Del egoísmo de quienes lo acaparan todo.
De la insensibilidad hacia los demás.
De la falta de valoración de las personas.
La fragilidad de la unión de las parejas, nos puede hablar:
De la poca seriedad con la que nos casamos.
De la poca responsabilidad de nuestros compromisos.
De la poca responsabilidad de nuestra palabra comprometida en el sacramento.
De la poca preparación con que vamos al matrimonio.
No basta ver las cosas y enterarnos de lo que sucede.
Hay que saber leer lo que todo eso nos dice.
Dios no es mudo, Dios es Palabra.
Y habla a través de los hombres y de los acontecimientos.
Por eso, en vez de tanto lamento, lo que tendríamos que hacer es aprender a escuchar a Dios y estar atentos a lo que nos quiere decir.
En nuestras vidas nos encontraremos con muchas higueras de Dios.
¿Sabremos leer en sus brotes que el verano de Dios y del Evangelio está cerca?
Clemente Sobrado C. P.
Archivado en: Ciclo B, Tiempo ordinario
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