El lugar de los católicos es el mundo como luz y sal, y el laicado mismo encuentra su personalísima e ineludible vocación en el mundo, en la transformación de las estructuras del mundo según el Espíritu de Cristo ordenando las realidades temporales según Dios.
Ahí, en la sociedad, en las instituciones públicas, los católicos tienen mucho que hacer y que ofrecer, sin replegarse, para ser "testigos del Dios vivo", apóstoles en el mundo contemporáneo. Encerrarse en cálidos refugios afectivos, o acomodarse al interior de acciones eclesiales, o reducir la fe al ámbito privado-íntimo, es desvirtuar la vocación de la Iglesia, traicionando el mandato del Señor. Los católicos hallan su lugar propio en la vida pública.
"En una sociedad pluralista como la vuestra, se hace necesaria una mayor y más incisiva presencia católica, individual y asociada, en los diversos campos de la vida pública. Es por ello inaceptable, como contrario al Evangelio, la pretensión de reducir la religión al ámbito de lo estrictamente privado, olvidando paradójicamente la dimensión esencialmente pública y social de la persona humana. ¡Salid, pues, a la calle, vivid vuestra fe con alegría, aportad a los hombres la salvación de Cristo que debe penetrar en la familia, en la escuela, en la cultura y en la vida política!" (Juan Pablo II, Hom. en la Catedral de la Almudena, Madrid, 15-junio-1993).
Hay que repetirlo hasta que cale en la conciencia y en la mentalidad hoy. La fe no es un compartimento estanco que afecte únicamente al sentimiento, sino que incide y transfigura toda la persona, en todo lo que ella es, por tanto, también en sus relaciones y en su dimensión social. Un católico lo es de cuerpo entero y a tiempo pleno allí donde se encuentre, también en la sociedad, en el mundo, en las instituciones públicas.
¿Cuáles son sus propuestas fundamentales?
1) Los cristianos, en virtud de su fe y de su vida teologal, pueden y deben sentirse movidos y obligados a participar en la edificación de una sociedad justa y humana, cada vez más parecida y cercana a los designios de Dios en los que se funda y de los que procede el bien integral, material y espiritual, de todos los hombres.
2) La revelación y la vida cristianas clarifican y consolidan los criterios y las actitudes morales con las cuales los ciudadanos deben intervenir en la vida pública, especialmente la justicia y el amor. Se ilumina la vida social.
3) ¿Cuáles son los criterios que iluminan la vida pública, la construcción del bien común? Estos criterios se centran en el reconocimiento de la dignidad de la persona humana y en el ordenamiento efectivo de las instituciones y de los recursos disponibles para la creación de las condiciones que mejor favorezcan el desarrollo integral de los ciudadanos, especialmente de los más débiles y necesitados. El hombre, ante las responsabilidades sociales, debe situarse en la verdad, rechazando el relativismo y las ideologías; y junto a la verdad un gran amor, caridad sobrenatural, que busca el bien de los demás incluso por encima del bien propio, liberándose de la tiranía del bienestar y del egoísmo acomodado.
4) Esta aportación específica de los católicos es necesaria para que la sociedad responda plenamente a los designios de Dios, atendiendo al bien y al desarrollo integral del hombre, sin mutilaciones ni recortes a la dignidad del hombre y a su vocación sobrenatural.
5) Entonces, para colaborar y atender a estos principios, los católicos deben regirse así en la vida pública:
-tiene que ser coherente con la moral social de la Iglesia y las virtudes teologales (fe, esperanza, caridad) y morales (prudencia, justicia, fortaleza, templanza...);
-los católicos intervendrán en la vida pública desarrollando libremente el ejercicio de sus derechos civiles, en el marco de las instituciones seculares, bajo su responsabilidad personal y según los criterios de su conciencia cristiana, eclesial y cívica;
-esta actividad pública (política, en el sentido de la ciudad, de los asuntos públicos) la podrán realizar los católicos individualmente o asociados; y si es de manera asociada, ya sea mediante grupos y corporaciones explícitamente católicas o civiles, no confesionales, mientras los criterios no entren en conflicto con la moral cristiana y seas compatibles con una conciencia moral bien formada.
Mientras que el secularismo de nuestra cultura quiere acallar la voz católica, y relegar el catolicismo a las sacristías, hemos de dar una respuesta valiente y decidida.
Publicar un comentario