“Un hombre noble se marchó a un país lejano para conseguir el título de rey, y volver después. Llamó a diez empleados suyos y les repartió diez onzas de oro, diciéndoles: “Negociad mientras vuelvo”. (Lc 19,11-28)
La parábola de los talentos o “onzas de oro”, es fácil leerla desde los demás.
También es fácil leerla desde las realidades económicas.
Pero Jesús no quiere darnos una lección de administración económica.
Jesús quiere situarnos frente al reino de Dios.
Jesús quiere situarnos frente a los dones que Dios nos ha confiado.
Jesús nos la dice a cada uno de nosotros personalmente.
En la parábola no aparecen nombres.
En la realidad de nuestras vidas aparece en el nombre de Jesús y el nuestro de cada uno.
Jesús se va, pero para volver.
Jesús nos deja todo el misterio de gracia y del reino.
Jesús nos encomienda su propia obra de salvación.
No se va para que nosotros descansemos.
Jesús no quiere zánganos en su Iglesia.
Jesús quiere administradores activos que hacen crecer:
El amor de Dios en nosotros.
La gracia de Dios en nosotros.
La Iglesia que él fundó.
Los dones de gracia y salvación.
Está claro que a su regreso:
No quiere encontrar el mundo como lo dejó.
No quiere encontrar la Iglesia como nos la dejó.
No quiere encontrarnos a nosotros como nos dejó.
Jesús quiere cristianos arriesgados.
Quiere cristianos que pongamos en juego los dones de Dios.
Quiere cristianos que pongamos en juego el Evangelio.
Quiere que pongamos en juego nuestro bautismo.
Quiere cristianos creativos.
Solo la creatividad y el riesgo son capaces de hacer crecer el Evangelio.
Sólo la creatividad y el riesgo son capaces de hacer crecer la gracia en nosotros.
Por tanto es una parábola:
No para miedosos.
No para conservadores.
No para quienes quieren que todo siga igual.
Sino para quienes son capaces de cambiar.
Para quienes son capaces de buscar lo nuevo.
Jesús rechaza a los que se quieren quedar en el pasado.
Jesús rechaza a los que no quieren mirar para adelante.
Esos son inútiles que entierran o guardan en el pañuelo el Evangelio.
Y lo hacen por miedo.
Y Jesús condena a quienes no escuchan el Espíritu creador que habla en ellos.
Muchos se imaginan que los cambios son una infidelidad al Evangelio.
Y no hay mayor infidelidad que la parálisis espiritual.
Es más a esos que tienen miedo a administrar arriesgándose los rechaza y excluye.
“Quitadle la onza y dádsela al que tiene diez” que es el que más hizo fructificar su dinero.
Somos administradores, no simples contadores.
Somos de los que negociamos, no de los que guardamos y vivimos simplemente del pasado.
El cambio es una ley de vida.
Pero también es una ley de Dios y de fidelidad a Dios.
¿Acaso alguien hizo más cambios que el mismo Jesús?
¿Fue infiel Jesús cambiando la Ley de Moisés por la Ley del amor?
Clemente Sobrado C. P.
Archivado en: Ciclo B, Tiempo ordinario
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