“¿Por qué os alarmáis? ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies; soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo” Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: “¿Tenéis qué comer?” (Lc 24,15-48)
Compartiendo experiencias:
Los discípulos están compartiendo cada uno sus experiencias pascuales.
Una comunidad que comparte sus experiencias sobre Jesús.
Una comunidad que comparte sus experiencias de fe.
Una comunidad que comparte sus experiencias de haber visto al resucitado.
Y Jesús los sorprende mientras cada uno cuenta su experiencia.
No es una comunidad compartiendo sus problemas.
Es una comunidad hablando de su experiencia espiritual.
¿Dónde están ahora esas comunidades?
Hablamos de todo, ¿pero hablamos de nuestra experiencia interior?
Hablamos de todo, ¿pero hablamos de nuestros procesos de fe?
Hablamos de todo, ¿pero hablamos de nuestra vivencia del resucitado?
Los grandes signos de identidad
La presencia de Jesús en medio de ellos es tierna, amorosa, reconciliadora: “Paz a vosotros”.
Cada aparición es un fortalecimiento de su fe.
El proceso de la fe en el resucitado es lenta.
No les resulta fácil superar el trauma del vienes santo.
No les resulta fácil superar el escándalo de la Cruz.
No les resulta fácil superar el escándalo de la Cruz.
Por eso, a pesar de hablar de sus experiencias de haberlo visto, todavía en sus corazones anidan muchas dudas.
Tanto que se da en ellos una mezcla de sentimientos:
Por una parte “se alarman” y por otra su imaginación lo deforma: “creen ver un fantasma”.
Jesús trata de que sus mentes se vayan clarificado.
Trata de que sus corazones se vayan abriendo.
Trata de que su fe se vaya fortaleciendo.
Los dos grandes signos pascuales capaces de despertar a fe son las manos, los pies y la mesa.
Les muestra las manos y los pies: pero ya no sangrantes como en la cruz, sino llagas gloriosas.
La Cruz como madera quedó en el calvario.
Pero la Cruz como experiencia de muerte acompaña a Jesús ya resucitado.
Jesús quedó marcado por sus llegas de sus manos y sus pies.
Jesús para afirmar su identidad les muestras las manos y los pies heridos por los clavos.
Esas manos y esos pies heridos le acompañan también hoy en el cielo.
Y le acompañan en las manos y los pies heridos de aquellos que luchan por ayudar a los demás.
Le acompañan en las manos y los pies de los crucificados de hoy.
La gran señal de identidad del cristiano son también hoy las manos y los pies.
El cristiano no es el que argumenta su fe con grandes teologías.
El cristiano es el que puede mostrar sus manos y sus pies llegados.
Manos llagadas de tanto dar y compartir y abrazar al hermano.
Pies llagados de tanto caminar en busca del hermano perdido.
Si alguien te pregunta por tu fe: no le des razones ni explicaciones.
Muéstrale tus manos vacías porque nada tienen y todo lo han dado.
Muéstrale tus pies sucios por el polvo de los caminos por buscar y acercarte al hermano
Si alguien te pide explicaciones de tu fe, no digas muchas palabras.
Invítale a tu mesa.
Comparte con él tu propio pan.
La mesa es lugar de encuentro y de comunicación.
La mesa es lugar de revelarnos a los demás.
Clemente Sobrado C. P.
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