14 de abril.

amad a vuestros enemigos


MARTES DE LA SEGUNDA SE MAN A DE PASCUA


a) Una de las consecuencias más visibles de la Pascua, para la primera comunidad cristiana, fue esta fraternidad tan hermosa que nos narra el libro de los Hechos.


Se trata de uno de los «sumarios» que Lucas redacta en los primeros capítulos sobre cómo se desarrollaba la vida de los cristianos de Jerusalén. La vitalidad y la armonía de aquella comunidad están tal vez idealizadas. Basta seguir leyendo y pronto aparecen tensiones y discrepancias. Por ejemplo Ananías y Safira -en una escena que no leemos- no quisieron aceptar eso de poner en común sus bienes. Lucas nos presenta cómo debería ser una comunidad cristiana que cree en Cristo Jesús y sigue su estilo de vida. Y cómo, en efecto, era en buena medida.


Por una parte, él describe una vida fraterna entendida como unión de sentimientos -un solo corazón y una sola alma-, comunidad de bienes y solidaridad con los más pobres. Destaca la generosidad de un discípulo que luego tendrá importancia en la historia de los primeros años de la Iglesia: Bernabé.


Por otra, es importante que Lucas nos diga que -a pesar de las persecuciones- «los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor». Siempre predican lo mismo: la resurrección de Jesús. Y lo hacen con valentía.


Son dos efectos notables de la Pascua para la comunidad: la fraternidad interior y el impulso misionero hacia fuera.


b) No es extraño que una comunidad como la de Jerusalén, en que todos ponían sus bienes en común y se preocupaban de los más pobres, atrajera la simpatía de los demás y se mostrara creíble en su testimonio: «eran muy bien vistos» en el Pueblo.


Todos soñamos con una comunidad así. Pero cuando nos fijamos en cómo son nuestras comunidades cristianas hoy -en la parroquia o en la familia cristiana o en una comunidad religiosa- no podemos menos de pensar que también nuestro testimonio de vida cristiana tendría más credibilidad si mostráramos una imagen clara de unidad y de solidaridad interna y externa dentro y fuera de la comunidad. El testamento de Jesús en la última cena fue pedir al Padre: «que todos sean uno, como tú y yo somos uno, para que el mundo crea».


En el mundo de hoy no se entenderán otros lenguajes, pero éste sí: si se ve a alguien dispuesto a compartir sus bienes con el más necesitado, si se tiene delante a un grupo de cristianos dispuestos a trabajar por los demás, a ayudar a solidarizarse sobre todo con los que sufren o son menos favorecidos por la vida Y eso, en nombre del Señor Jesús, por nuestra fe en él.


No hace falta que pensemos sólo en el Tercer Mundo o en la campaña del 0’7 que es bien justa. En nuestra familia o en nuestras comunidades hay personas que tienen menos que nosotros de todo, de felicidad, de cultura, de suerte, de bienes materiales y espirituales: estas personas necesitan nuestra acogida, nuestra palabra amiga y también a veces nuestra ayuda económica.


Cada Eucaristía, dice el Catecismo, «entraña un compromiso en favor de los pobres: para recibir en la verdad el Cuerpo y la Sangre de Cristo entregados por nosotros debemos reconocer a Cristo en los más pobres, sus hermanos» (CEC 1397).


2. a) Con afirmaciones cada vez más profundas, Jesús va conduciendo a Nicodemo -y a nosotros- a un conocimiento mejor de lo que significa creer en él. Un conocimiento que nos transmite el que viene de arriba, el enviado de Dios, el que da testimonio del saber profundo de Dios.


Jesús se queja de la poca fe de «los sabios» de Israel representados por Nicodemo. En realidad, la escena está contada por el evangelista como prototípica: Nicodemo habla en cierto modo como portavoz de los judíos («nosotros sabemos…») y es interpelado por Jesús también como representante de todos: «no aceptáis nuestro testimonio… no creéis». Jesús alabó un día a su Padre diciendo: «has escondido estas cosas a los sabios y las has revelado a los sencillos». Algunos son muy sabios en las cosas de aquí abajo, y unos ignorantes en las de arriba, las que más valen la pena.


Sobre todo se trata de captar a Cristo en toda la hondura de su misterio pascual: no sólo como profeta o taumaturgo, sino como el que ha bajado de Dios y, después de su muerte en la cruz, sube de nuevo al cielo. Los que sepan ver y creer en Jesús levantado en la Cruz y glorificado en la Gloria, tendrán vida eterna.


b) El diálogo de Jesús con Nicodemo nos hace pensar también a nosotros: ¿somos de las personas que prefieren vivir en la oscuridad o en la penumbra, precisamente por no aceptar las consecuencias de aceptar la luz? ¿no es verdad que también los hombres de hoy, incluidos «los sabios», a veces prefieren -o preferimos- no saber, no captar la profundidad de Cristo, porque eso nos obligaría a cambiar, a «renacer»?


Tal vez muchas personas sencillas, sin gran cultura, sin tantos medios espirituales como nosotros, que no saben mucha teología pero que tienen buen corazón y unos ojos lúcidos de fe, sí están mirando a Cristo Jesús con profundidad, y se dejan influir por él, renaciendo continuamente y creciendo en su vida cristiana.




00:18
Secciones:

Publicar un comentario

[facebook][blogger]

SacerdotesCatolicos

{facebook#https://www.facebook.com/pg/sacerdotes.catolicos.evangelizando} {twitter#https://twitter.com/ofsmexico} {google-plus#https://plus.google.com/+SacerdotesCatolicos} {pinterest#} {youtube#https://www.youtube.com/channel/UCfnrkUkpqrCpGFluxeM6-LA} {instagram#}

Formulario de contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

Con tecnología de Blogger.
Javascript DesactivadoPor favor, active Javascript para ver todos los Widgets