Al recibir la noticia del reconocimiento eclesial del martirio de Mons. Romero y de su inminente beatificación, me han venido a la mente los recuerdos de las numerosas visitas que pude hacer a su tumba en la cripta de la Catedral de San Salvador. La fotografía es precisamente de la tumba antes de ser ubicada y dignificada en otro lugar más accesible de la Cripta.
Me alegra la beatificación, que permitirá incrementar el conocimiento de su vida y la fortaleza de su testimonio martirial. Ojalá que ayude a incrementar la fe, la justicia y la caridad, en el querido pueblo salvadoreño, entre cuyos sacerdotes tengo tan buenos amigos, y en el mundo entero ¡Necesitamos el empuje de los mártires!
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