“Dijo uno del público a Jesús: “Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo las herencia”. El le contestó: “Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre ustedes?” Y dijo a la gente: “Miren: guárdense de toda clase de codicia. Que por más rico que sea uno, la vida no depende de los bienes”. (Lc 12, 13-21)
¡Qué bonita familia, mientras viven los viejos!
¡Qué fea familia, cuando los viejos se nos van!
Todavía se están muriendo y los hijos ya están discutiendo sobre el reparto de los bienes.
Somos hermanos en tanto viven los padres.
Pero, una vez que los padres se nos van, somos competidores del reparto.
La fraternidad dura mientras ellos viven.
Cuando ya no están dejamos de ser hermanos y somos hambrientos repartidores.
Cada uno aporta sus propios derechos.
Que yo soy el soltero.
Que yo soy quien les atendió en la enfermedad.
Que yo soy quien me hice cargo de ellos.
Mi experiencia de tantos años:
Muerte de los padres y codicia de los hijos.
Muerte de los padres y pelea de los hijos.
Muerte de los padres y división de los hijos.
Muerte de los padres y descontento de los hijos.
Muerte de los padres y enemistad de los hijos.
Muerte de los padres y muerte de la fraternidad.
Muerte de los padres e hijos que ya no se hablan.
Todos llorando ante la tumba.
Pero todos mirando de reojo lo que han dejado.
El amor de hermanos:
se ha convertido en codicia entre hermanos.
se ha convertido en lucha de hermanos.
se ha convertido en pugna fraterna.
se ha convertido en ruptura de familia.
Jesús no quiere meterse en líos de hermanos.
Más bien nos ofrece criterios para que los hermanos sigamos siendo hermanos.
Nos ofrece criterios para que la familia siga unida.
Nos ofrece criterios para que el silencio nos mate a todos.
Lo que debiera ser un grato recuerdo de los padres se convierte en factor de división.
Lo que debiera ser compartido en comunión fraterna se convierte en presa de avaros.
Me hace recordar esos reportajes de animales, cuando los leones matan una presa.
Toda la manada acude al banquete.
Pero muchos tienen que esperar turno a que los más fuertes se sacien.
Recién entonces tienen permiso el resto de comensales.
Padres, les ruego:
Hagan testamento a tiempo.
Que hacer el testamento no es ninguna señal de que se van a morir.
Que hacer el testamento no es ninguna señal de velorio.
Pero sí es una manera:
De evitar que los hijos se enemisten cuando ustedes se vayan.
De evitar que los hijos rompan la unidad familiar.
De evitar que los hijos le recuerden con la amargura de la ruptura familiar.
Pero sobre todo:
Purifiquémonos de nuestras codicias.
Purifiquemos de nuestros egoísmos.
Que los bienes son importantes.
Pero la vida no depende los bienes que amontonamos.
Podremos hacer silos para almacenar todo lo que tenemos.
Pero nada llevaremos con nosotros.
Lo único que podremos llevar será nuestra generosidad y nuestro compartir.
No llevaremos con nosotros ni los zapatos.
Todos nos iremos descalzos, que es la manera más ligera de caminar.
Clemente Sobrado C. P.
Archivado en: Ciclo A, Tiempo ordinario Tagged: codicia, egoismo, familia, muerte, unidad
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