Estos días estoy proponiendo un curso bíblico por entregas en el blog. Sé que si no aprendemos a leer la Biblia interpretando sus géneros literarios y descubriendo su mensaje más allá del envoltorio, se puede convertir en un libro aburrido, aparentemente contradictorio y lleno de falsedades. Pero si somos capaces de entrar en sus imágenes y en su manera de hablar, descubriremos un mensaje siempre actual y necesario, porque nos habla de lo que es verdaderamente importante: las relaciones entre los hombres y con Dios, el sentido de la existencia, nuestro origen y nuestro destino.
A su manera, de eso habla un precioso artículo de Alfonso Lazo, que me ha hecho descubrir la hermana María José Pérez, de las carmelitas descalzas de Puzol, en España. Habla de eso y del sano realismo de santa Teresa de Jesús (otro tema que estoy tratando abundantemente en el blog). Lo titula "Una fatua ignorancia", y dice así:
Contaba en este periódico Carlos Vermut, Concha de Oro del último Festival de San Sebastián, que cuando hizo su primera comunión le regalaron un cómic de la Biblia lleno de truculentas historias; y añade que sus padres que eran creyentes se volvieron de pronto ateos. No queda claro si a consecuencia de la lectura de aquel tebeo; porque las tremendas historias que narra el Antiguo Testamento hacen perder la fe al más devoto si se toman al pie de la letra. En cambio, con otro libro, a mí me pasó al revés.
Hace algunos años, el profesor Pedro Piñero publicó un delicioso estudio sobre las andanzas de Santa Teresa por Andalucía. De ahí salté a las obras mismas de la carmelita de Ávila: un estupendo retrato de las costumbres y religiosidad de su época. Viajando en un carro en plena canícula lo pasó fatal en el sur. Sevilla le pareció una ciudad endemoniada y de gente poco seria: la Nueva Roma rebosaba de escándalos, jolgorio, pícaros y frailes nada entusiastas de las reformas. La desconfianza de la santa hacia Andalucía recuerda un poco la de Erasmo hacia España: «Non placet Hispania», tierra de moros y de judíos, decía el humanista holandés. Cuando empecé a leer a Teresa apenas sabía yo nada de esta mujer de linaje judío converso, y me asombró que con todo su misticismo fuera tan realista y tan poco milagrera. Tenía bien enseñada a las monjas: primero, guisar y fregar el suelo que ya habría lugar después para milagros y apariciones. La militancia atea de nuestra época lo ignora todo de ella, a diferencia del agónico ateísmo de Unamuno que la admiraba sin límites.
Nuestros ateos militantes padecen como una obsesión con el cristianismo, como si la existencia de Dios fuese para ellos un desastre personal. De ahí su continua apelación a la ciencia en busca de refugio. Pero es en el terreno de la seriedad científica donde pierden pie: ignorando los métodos de la historia comparada no pasan de recurrir a los tópicos de los crímenes de la Iglesia y los disparates de la Biblia. Sin duda, crímenes hubo; mas si se deja de lado el resto de la historia es como hacer la historia de los sindicatos hablando sólo del gangsterismo de los muelles de Nueva York, del sindicalismo peronista, de los cursos de formación de Andalucía y del heroico minero asturiano que guardaba un millón de euros bajo la cama. O como hacer la historia de la izquierda únicamente con el terror jacobino de la Revolución Francesa, los fusilamientos de rehenes en la Comuna de París, los crímenes de Lenin, las purgas de Stalin, las fosas de Katyn, el genocidio de los jemeres rojos de Camboya... No es serio.
En cuanto a los muchos episodios risibles o atroces del Antiguo Testamento -el arca de Noé, la ballena de Jonás, la serpiente del Edén, el fuego sobre Sodoma-, desde el mismo San Agustín para acá ningún cristiano de cierta cultura se los tomó nunca de manera literal. Tuve un abuelo, católico practicante, lector de Teresa, que cuando le hablaban de Lourdes o de Fátima torcía el gesto: los milagros, decía, sólo los del Evangelio y 'cum grano salis'. En cuanto a mí, como modesto homenaje a esa monja tan realista vuelvo a leer ahora, en su V Centenario, el Libro de las fundaciones. Inútil recomendar tal lectura a sectarios ignorantes.
El artículo ha sido publicado originalmente aquí.
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