Del Vatican Insider
“No podemos separar la vida religiosa del servicio a los hermanos, a esos hermanos concretos que encontramos”. Son palabras del Papa el cual, antes de rezar el Angelus de este domingo ante miles de personas, reflexionó sobre cómo Jesús indicó el camino para los cristianos: fe y obras. Francisco instó entonces a superar “los legalismos de hoy” con la caridad, porque “el amor es la medida de la fe y la fe es el alma del amor”.
Asomado a la ventana de su estudio personal, en el Palacio Apostólico del Vaticano y ante una Plaza de San Pedro repleta, Jorge Mario Bergoglio recordó el pasaje bíblico en el cual algunos fariseos se pusieron de acuerdo para poner a prueba a Cristo y uno de ellos le preguntó: “Maestro, en la ley, ¿cuál es el más grande de los mandamientos?”.
Advirtió que las respuestas de Jesús a aquella trampa “no se las inventó” porque las tomó de las escrituras judías, el libro del Deuteronomio y del Levítico. Primero contesto: “Amarás al señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el gran y primer mandamiento”. El pontífice destacó que Jesucristo podría haberse quedado ahí, pero siguió diciendo que el segundo mandamiento es similar al primero: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
“Su novedad consiste justamente en poner juntos estos dos mandamientos –el amor por Dios y el amor por el prójimo- revelando que ellos son inseparables y complementarios, son las dos caras de la misma medalla. No se puede amar a Dios sin amar a los demás y no se puede amar a los demás, sin amar a Dios”, añadió.
Entonces, saliéndose del discurso, cuestionó: “¿Cuánto amas tu?”, y precisó: “Qué cada uno se responda. ¿Cómo es tu fe? La fe es como yo amo, es el alma del amor”.
Estableció que el “signo visible” del cristiano es el amor de los hermanos. Explicó que el mandamiento del amor a Dios y al prójimo es el primero no porque Jesús lo haya puesto en la cima de la lista de los mandamientos sino porque lo colocó al centro, porque “es el corazón del cual todo debe partir y al cual todo debe retornar y hacer referencia”.
Recordó que ya en el Antiguo Testamento la exigencia de ser santos, a imagen de Dios que es santo, comprendía el deber de cuidar a las personas más débiles como el extranjero, el huérfano y la viuda. Jesús lleva a cumplimiento esta ley.
“El amor es la medida de la fe y la fe es el alma del amor. No podemos dividir la oración, el encuentro con Dios en los sacramentos, de la escucha del otro, de la proximidad a su vida, especialmente a sus heridas”, sostuvo.
Según el Papa, en medio de “esa selva de preceptos y prescripciones, de los legalismos de ayer y de hoy”, Jesús abre una grieta que permite ver dos rostros: el rostro del padre y el del hermano. E insistió: “No nos entrega dos fórmulas o dos preceptos, sino dos rostros, de hecho uno sólo, el de Dios que se refleja en tantos rostros, porque en el rostro de cara hermano, especialmente el más pequeño, frágil e indefenso, está presente la imagen misma de Dios. Tenemos que preguntarnos: cuando encontramos a uno de estos hermanos, ¿somos capaces de reconocer en él el rostro de Dios, somos capaces de esto?”.
Tras el rezo del Angelus el Papa recordó que ayer sábado, en San Pablo (Brasil), fue proclamada beata la madre Assunta Marchetti, nacida en Italia y cofundadora de las Hermanas Misioneras de San Carlos Borromeo-Escalabrinianas. Afirmó que fue una monja ejemplar en el servicio a los huérfanos de los inmigrantes italianos y que ella veía a Jesús presente en los pobres, los huérfanos, los enfermos y en los migrantes.
“Demos gracias al señor por esta mujer, modelo de incansable misionaridad y de valiente dedicación en el servicio de la caridad. Esto es una confirmación de lo que habíamos dicho antes con respecto a buscar el rostro de Dios en los hermanos y hermanos necesitados”, ponderó.
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