Oficio de lecturas - Martes de la semana XIX - Tiempo Ordinario



OFICIO DE LECTURA - MARTES DE LA SEMANA XIX - TIEMPO ORDINARIO
De la Feria.

PRIMERA LECTURA

Año I:

Del segundo libro de los Reyes     6, 8-23

ELISEO CAPTURA DE FORMA MILAGROSA A SUS ENEMIGOS, Y LOS LIBERA MISERICORDIOSAMENTE

    En aquellos días, el rey de Siria estaba en guerra con Israel, y en un consejo de ministros determinó:
    «Vamos a tender una emboscada en tal sitio.»
    Entonces el profeta mandó este recado al rey de Israel:
    «Cuidado con pasar por tal sitio, porque los sirios están allí emboscados.»
    El rey de Israel envió a reconocer el sitio indicado por el profeta. Elíseo le avisaba, y él tomaba precauciones. Y esto no una ni dos veces. El rey de Siria se alarmó ante esto, convocó a sus ministros y les dijo:
    «Decidme quién de los nuestros informa al rey de Israel.»
    Uno de los ministros respondió:
    «No es eso, majestad. Elíseo, el profeta de Israel, es quien comunica a su rey las palabras que pronuncias en tu alcoba.»
    Entonces el rey ordenó:
    «Id a ver dónde está, y enviaré a prenderlo.»
    Le avisaron:
    «Está en Dotán.»
    El rey mandó allá caballería y carros, y un fuerte contingente de tropas. Llegaron de noche y cercaron la ciudad. Cuando el profeta madrugó al día siguiente para salir, se encontró con que un ejército cercaba la ciudad con caballería y carros.
    El criado dijo a Eliseo:
    «Maestro, ¿qué hacemos?»
    Elíseo respondió:
    «No temas. Los que están con nosotros son más que ellos.»
    Luego rezó:
    «Señor, ábrele los ojos para que vea.»
    El Señor le abrió los ojos al criado, y vio el monte lleno de caballería y carros de fuego en torno a Eliseo. Cuando los sirios bajaron hacia él, Eliseo oró al Señor:
    «¡Deslúmbralos! »
    El Señor los deslumbró, como pedía Eliseo, y éste les dijo:
    «No es éste el camino ni es ésta la ciudad. Seguidme, yo os llevaré hasta el hombre que buscáis.»
    Y se los llevó a Samaria. Cuando ya habían entrado en Samaria, Eliseo rezó:
    «Señor, ábreles los ojos para que vean.»
    El Señor les abrió los ojos y vieron que estaban en mitad de Samaria. El rey de Israel, al verlos, dijo a Eliseo:
    «Padre, ¿los mato?»
    Respondió:
    «No los mates. ¿Vas a matar a los que no has hecho prisioneros con tu espada y tu arco? Sírveles pan y agua, que coman y beban y se vuelvan a su amo.»
    El rey les preparó un gran banquete. Comieron y bebieron; luego, los despidió y se volvieron a su amo. Las guerrillas sirias no volvieron a entrar en territorio israelita.

Responsorio     Lc 6, 35. 36; 2R 6, 22

R. Amad a vuestros enemigos; haced el bien, y prestad sin esperar nada a cambio. * Sed misericordiosos, como es misericordioso vuestro Padre.
V. No los mates; sírveles pan y agua, que coman y beban.
R. Sed misericordiosos, como es misericordioso vuestro Padre.


Año II:

Del libro del profeta Zacarías     9, 1-10, 2

PROMESA DE SALVACIÓN PARA ISRAEL

    Oráculo del Señor contra el país de Jadrak y contra Damasco, su reposo:
    Del Señor es la joya de Siria, como todas las tribus de Israel y también Jamat, la vecina, y Tiro y Sidón, las sapientísimas. Tiro se construyó una muralla, amontonó plata como ceniza y oro como barro de las calles. Pero el Señor la despojará, arrojará sus riquezas al mar y ella será devorada- por el fuego.
    Ascalón lo verá y temblará, Gaza se retorcerá y Acarón estará consternada, porque está humillada la que era su esperanza. Perecerá el rey de Gaza, Ascalón no estará habitada, en Asdod habitarán bastardos, y aniquilaré la arrogancia de los filisteos. Arrancaré de su boca los despojos sangrientos, sus abominaciones de entre los dientes. Pero quedará un resto para nuestro Dios, que será como una estirpe en Judá, y Acarón será como el Yebuseo. Yo acamparé junto a mi casa, como un guardia contra los merodeadores, y no volverá a pasar el opresor, porque ahora vigilo con mis ojos.
    Alégrate, hija de Sión; canta, hija de Jerusalén. Mira a tu Rey que viene a ti, justo y victorioso; modesto y cabalgando en un asno, en un pollino de borrica. Destruirá los carros de Efraím, los caballos de Jerusalén, romperá los arcos guerreros y dictará la paz a las naciones. Su dominio llegará de un mar a otro mar, desde el Éufrates hasta los confines de la tierra.
    En cuanto a ti, por la sangre de tu alianza, libraré a tus cautivos de la fosa (en la que no hay agua). Volved a la plaza fuerte, cautivos esperanzados. Hoy te lo digo y te lo anuncio: Te pagaré el doble; tenderé a Judá como un arco, lo cargaré con Efraím;, incitaré a tus hijos, Sión, contra tus hijos, Grecia, te manejaré como espada de guerrero. El Señor se les aparecerá, disparará su saeta como un rayo; el Señor tocará la trompeta, avanzará entre los huracanes del sur.
    El Señor los escudará; triunfarán, pisotearán las piedras de los honderos; beberán su sangre como vino, llenándose como copa de libación, como los cuernos de los altares. Aquel día salvará el Señor, su Dios, a su pueblo como un rebaño; brillarán sobre su tierra como piedras de diadema. ¡Qué magnífico y qué bello! El trigo hará florecer a los jóvenes y el vino a las doncellas.
    Implorad del Señor la lluvia, en el tiempo de la primavera; el Señor que hace los relámpagos les dará lluvias torrenciales y la hierba del campo a cada uno. Los ídolos hablan falsedades, los adivinos ven mentiras, anuncian sueños vanos, consuelos sin provecho. Por eso vagan como ovejas perdidas, sin pastor.

Responsorio     Za 9, 9; Jn 12, 14

R. Alégrate, hija de Sión; canta, hija de Jerusalén. * Mira a tu Rey que viene a ti, justo y victorioso; modesto y cabalgando en un asno, en un pollino de borrica.
V. Encontró Jesús un jumentillo y montó sobre él, como dice la Escritura.
R. Mira a tu Rey que viene a ti, justo y victorioso; modesto y cabalgando en un asno, en un pollino de borrica.


SEGUNDA LECTURA

De las Disertaciones de san Andrés de Creta, obispo

(Disertación 9, Sobre el Domingo de ramos: PG 97, 1002)

MIRA A TU REY QUE VIENE A TI JUSTO Y VICTORIOSO

    Digamos, digamos también nosotros a Cristo: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor, el rey de Israel! Tendamos ante él, a guisa de palmas, nuestra alabanza por la victoria suprema de la cruz. Aclamémoslo, pero no con ramos de olivos, sino tributándonos mutuamente el honor de nuestra ayuda material. Alfombrémosle el camino, pero no con mantos, sino con los deseos de nuestro corazón, a fin de que, caminando sobre nosotros, penetre todo él en nuestro interior y haga que toda nuestra persona sea para él, y él, a su vez, para nosotros. Digamos a Sión aquella aclamación del profeta: Confía, hija de Sión, no temas: Mira a tu Rey que viene a ti; modesto y cabalgando en un asno, en un pollino de borrica.
    El que viene es el mismo que está en todo lugar, llenándolo todo con su presencia, y viene para realizar en ti la salvación de todos. El que viene es aquel que no ha venido a invitar a los justos a que se arrepientan, sino a los pecadores, para sacarlos del error de sus pecados. No temas. Teniendo a Dios en medio, no vacilarás.
    Recibe con las manos en alto al que con sus manos ha diseñado tus murallas. Recibe al que ha plantado en sus palmas tus cimientos. Recibe al que, para asumirnos a nosotros en su persona, se ha hecho en todo semejante a nosotros, menos en el pecado. Alégrate, Sión, la ciudad madre, no temas: Festeja tu fiesta. Glorifica por su misericordia al que en ti viene a nosotros. Y tú también, hija de Jerusalén, desborda de alegría, canta y brinca de gozo. ¡Levántate, brilla (así aclamamos con el son de aquella sagrada trompeta que es Isaías), que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti!
    ¿De qué luz se trata? De aquella que viniendo a este mundo ilumina a todo hombre. Aquella luz, quiero decir, eterna, aquella luz intemporal y manifestada en el tiempo, aquella luz invisible por naturaleza y hecha visible en la carne, aquella luz que envolvió a los pastores y que guió a los magos en su camino. Aquella luz que estaba en el mundo desde el principio, por la cual empezó a existir el mundo, y que el mundo no la reconoció. Aquella luz que vino a los suyos y los suyos no la recibieron. ¿Y a qué gloria del Señor se refiere? Ciertamente a la cruz, en la que fue glorificado Cristo, resplandor de la gloria del Padre, tal como afirma él mismo, en la inminencia de su pasión: Ya ha entrado el Hijo del hombre en su gloria, y Dios ha recibido su glorificación por él, y Dios a su vez lo revestirá de su misma gloria, y esto será sin dilación. Con estas palabras identifica su gloria con su elevación en la cruz. La cruz de Cristo es, en efecto, su gloria y su exaltación, ya que dice: Yo, cuando sea levantado en alto, atraeré a mí á todos los hombres.

Responsorio     Sal 117, 26. 27. 23

R. Bendito el que viene en nombre del Señor, * el Señor es Dios: él nos ilumina.
V. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente.
R. El Señor es Dios: él nos ilumina.


Oración

Dios todopoderoso y eterno, a quien confiadamente invocamos con el nombre de Padre, intensifica en nosotros el espíritu de hijos adoptivos tuyos, para que merezcamos entrar en posesión de la herencia que nos tienes prometida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

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10:41

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