El Evangelio de la Misa de hoy, Domingo XIII del TO, recoge dos milagros, uno intercalado en el tempus del otro: la curación de la hemorroísa, en el itinerario de la curación de la hija de Jaíro. Y es ese precisamente -el relato de la escena y del diálogo de la hemorroísa con el Señor-, en el que me voy a detener, porque me parece que esta afirmación -y confirmación- del Señor -Tu Fe te ha curado- es de una tan viva y tan fuerte actualidad, que no puedo por menos que glosarlo. Así que, con su permiso, ahí va.
Por cierto, he de hacer un inciso obligatorio. Hace poco más de dos meses les escribía mi despedida del blog. Esas líneas de despedida -y agradecimiento- han recibido más de 28.000 visitas y cerca de cuatrocientos comentarios, que he contestado casi en su totalidad. Con este respaldo, después de llevarlo a la oración, de mucho pensarlo y de hablarlo con quienes debía…, aquí estoy de vuelta: segunda temporada, episodio 1. Ya, como en las series. Y perdonen la broma, que se debe al aprecio que les tengo y les debo. Y seguimos con el post.
Jesús pasa, y aquella mujer no va a perderse la oportunidad de su vida: ¡bastante había malgastado ya inútilmente su vida¡ y su fortuna sin encontrar remedio, como para perderse ésta: la buena!
Estaba tan segura…! Con solo tocarle el manto, curaría. Así lo hizo y, al instante, quedo curada. ¡Es lo qe tiene la Fe! Si tuviérais Fe como un grano de mostaza -dirá Jesús en otra ocasión-, le diríais a este monte “¡arráncate y plántate en el mar…, y lo haría!. Pues eso.
Da la impresión de que Jesús hace un poco de “teatrillo” -si se me permite la expresión, que la digo con el corazón-, y exclama en voz alta: ¿Quién me ha tocado? Lo de “teatrillo” lo digo por lo que le comentan los suyos: ¿Ves cómo te apretuja la gente y preguntas `quién me ha tocado´? Y lo digo también porque Jesús sabía perfectamente todo lo que había pasado. Y “conocía” -supo- la Fe de aquella mujer tantos años enferma, como no podía ser de otra manera. Por eso, Él seguía mirando a su alrededor. Y cuando la mujer se “denuncia” a sí misma, Jesús la premia con aquellas palabras bien hermosas: Hija, tu Fe te ha curado. Vete en paz y con salud.
Jesús no le habla solo a ella, como no la mira a ella únicamente. Toda esta escena y todo este diálogo es, precisamente, por nosotros.
La GRAN CRISIS en la Iglesia -desde el preconcilio Vaticano II hasta nuestros días- es una INMENSA crisis de Fe. Hasta el punto de que países enteros han dejado, de facto, de serlo. ¡Millones y millones de almas en el mundo Occidental! Por ejemplo, España, que es el que más y mejor conozco. ¡Y en menos de cuarenta años…, que se dice pronto!
Esta realidad se puede callar, se puede pretender ocultar, se puede mirar para otro lado, se puede decir que no es verdad, se puede acusar al que lo escribe de ser “portador de catástrofes” -como si yo hubiese causado y fomentado todo este desastre, y precisamente por decirlo- y otras lindezas: pero con ninguna de esas acusaciones deja de ser verdad mi afirmación.
¿Dónde está la solución? Como siempre en y solo en Jesús. Sólo Él salva: El que crea se salvará, el que no crea se condenará.
La primacía de la Salvación, obrada por Jesús a precio de su propia Vida, está en la Fe. Desde nosotros: lo primero ontológica, moral y sobrenaturalmente, está en la Fe. La virtud más grande, considerada en sí misma, es la Caridad. Pero el inicio del camino de la Caridad es la Fe, porque la Fe está en el orden de la Verdad y esta se asienta, como en su lugar “natural", en el entendimiento. Por eso, sin Verdad no hay Caridad, que se asienta en el corazón, que “viene” después: no se puede amar lo que no se conoce. Es decir, sin Fe, ni hay ni puede haber Caridad.
Por eso, la “burra” que nos están queriendo vender, es la de la “pastoral", desde el propio CV II: un concilio “pastoral", sin definiciones de Fe, y sin condenas de nada ni de nadie, aunque muy bien se pudieron hacer, porque se pidieron. Y los obispos de todo el mundo contestaron. ¡Vaya si contestaron!
No es ningún secreto a estas alturas, que lo que más pidieron los que contestaron el catálogo de preguntas para preparar el conclio fue: ¡que se repitiese públicamente en el Concilio la condena total y absoluta del comunismo que habían hecho los papas anteriores! Los obispos lo veían de una necesidad imperiosa -de primera necesidad-; y no solo de cara a los católicos, aunque esa sola razón les era ya más que suficiente.
¿Con qué resultado?
Ni una sola vez se le nombra a lo largo y ancho de todos los documentos nacidos -y publicados- en el CV II. ¡Ni una sola vez!
¿Por qué? También esto se sabe. Pero hay que preguntárselo a los del encuentro de Metz.
¿Y qué consecuencias trajo? Que casi el cien por cien del mundo cultural occidental se hizo marxista; y el marxismo -con su cortejo de muertos y torturados- se propagó por más de medio mundo. Y en el seno de la misma Iglesia, las teologías de la liberación, las comunidades de base y otras farándulas han acabado con la Iglesia Católica en gran parte de Hispanoamérica. Y las defecciones de miles y miles de sacerdotes y religiosos de los años setenta, y los seminarios vacíos a día de hoy, amén del rotundo fracaso de toda la catequesis son los frutos recogidos, porque fueron los frutos sembrados.
Jesús sigue mirando alrededor, porque no nos deja nunca solos. Le gustaría encontrarse con tu mirada -como se encontró con la de esta mujer, o con la de Pedro tras sus cobardes negaciones-, porque te hubieses atrevido a tocarLe. Desde la Fe. Desde la Fe que hace milagros.
¡Atrévete! ¡Quedarás curado y SALVADO!
Feliz semana en Cristo Jesús.
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