OFICIO DE LECTURA - DOMINGO DE LA SEMANA III - TIEMPO DE ADVIENTO
Del propio del Tiempo. Salterio III
V. Levantaos, alzad la cabeza.
R. Se acerca vuestra liberación.
PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Isaías 29, 13-24
ANUNCIO DEL JUICIO DEL SEÑOR
Esto dice el Señor:
«Ya que este pueblo se me acerca sólo de palabra y me glorifica sólo con los labios, mientras su corazón está lejos de mí, y el culto que me da es sólo precepto humano y rutina, yo seguiré realizando prodigios maravillosos: haré fracasar la sabiduría de sus sabios y eclipsaré la prudencia de sus prudentes.»
¡Ay de los que tratan de esconderse del Señor para disimular sus planes! Hacen sus obras en la oscuridad, diciendo: «¿Quién nos ve, quién se entera?»
¡Qué desatino! Como barro que se considerase igual al alfarero; como una obra que dijera del que la hizo: «No me ha hecho»; como cacharro que dijera de su alfarero: «Éste no sabe nada.»
Pronto, muy pronto, el Líbano se convertirá en vergel, y el vergel se transformará en un bosque. En aquel día, podrán oír los sordos las palabras de un libro, y podrán verlas los ojos de los ciegos, libres de las tinieblas y de la oscuridad.
Los oprimidos volverán a alegrarse en el Señor y los pobres se regocijarán en el Santo de Israel; porque se acabó el opresor, terminó el cínico y serán aniquilados los maleantes, los que por nada declaran culpable a un hombre, los que juzgan con trampas en el tribunal y hunden sin razón al inocente.
Así dice a la casa de Jacob el Señor, el que rescató a Abraham:
«Ya no se avergonzará Jacob, ya no se sonrojará su cara; pues, cuando vea mis acciones en medio de él, tendrá mi nombre por santo, alabará al Santo de Jacob y temerá al Dios de Israel. Los que se habían descarriado entrarán en razón y los que protestaban comprenderán.»
RESPONSORIO Is 29, 18. 19; cf. Mt 11, 4. 5
R. En aquel día, podrán oír los sordos las palabras de un libro, y podrán verlas los ojos de los ciegos, libres de las tinieblas y de la oscuridad, * y los pobres se regocijarán en el Santo de Israel.
V. Id a contar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, los cojos andan, los sordos oyen y la Buena Noticia es anunciada a los pobres.
R. Y los pobres se regocijarán en el Santo de Israel.
SEGUNDA LECTURA
De los Sermones de san Agustín, obispo.
(Sermón 293, 3: PL 38, 1328-1329)
JUAN ERA LA VOZ, CRISTO LA PALABRA
Juan era la voz; pero el Señor era la Palabra que existía ya al comienzo de las cosas. Juan era una voz pasajera, Cristo la Palabra eterna desde el principio.
Suprime la palabra, y ¿qué es la voz? Donde falta la idea no hay más que un sonido. La voz sin la palabra entra en el oído, pero no llega al corazón.
Observemos el desarrollo interior de nuestras ideas. Mientras reflexiono sobre lo que voy a decir, la palabra está dentro de mí; pero, si quiero hablar contigo, busco el modo de hacer llegar a tu corazón lo que ya está en el mío.
Al buscar cómo hacerla llegar a ti, cómo introducir en tu corazón esta palabra interior mía, recurro a la voz y con su ayuda te hablo. El sonido de la voz conduce a tu espíritu la inteligencia de una idea mía, y cuando el sonido vocal te ha llevado a la comprensión de la idea, se desvanece y pasa, pero la idea que te trasmitió permanece en ti sin haber dejado de estar en mí.
Y una vez que el sonido ha servido como puente a la palabra desde mi espíritu al tuyo ¿no parece decirte: Es preciso que él crezca y que yo disminuya? Y una vez que ha cumplido su oficio y desaparece ¿no es como si te dijera: Mi alegría ahora rebasa todo límite? Apoderémonos de la palabra, hagámosla entrar en lo más íntimo de nuestro corazón, no dejemos que se esfume.
¿Quieres ver cómo la voz pasa y la divinidad de la Palabra permanece? ¿Dónde está ahora el bautismo de Juan? Él cumplió su oficio y desapareció. Pero el bautismo de Cristo permanece. Todos creemos en Cristo y esperamos de él la salvación; esto es lo que dijo la voz.
Y como es difícil discernir entre la Palabra y la voz, los hombres creyeron que Juan era Cristo. Tomaron a la voz por la Palabra. Pero Juan se reconoció como la voz para no usurparle los derechos a la Palabra. Dijo: No soy el Mesías, ni Elías, ni el Profeta. Le preguntaron: ¿Qué dices de tu persona? Y él respondió: Yo soy la voz del que clama en el desierto: «Preparad el camino del Señor.» La voz del que clama en el desierto, la voz del que rompe el silencio. Preparad el camino del Señor, como si dijera: «Soy la voz cuyo sonido no hace sino introducir la Palabra en el corazón; pero, si no le preparáis el camino, la Palabra no vendrá adonde yo quiero que ella entre.»
¿Qué significa: Preparad el camino, sino: «Rogad insistentemente»? ¿Qué significa: Preparad el camino, sino: «Sed humildes en vuestros pensamientos»? Imitad el ejemplo de humildad del Bautista. Lo toman por Cristo, pero él dice que no es lo que ellos piensan ni se adjudica el honor que erróneamente le atribuyen.
Si hubiera dicho: «Soy Cristo», con cuánta facilidad lo hubieran creído, ya que lo pensaban de él sin haberlo dicho. No lo dijo: reconoció lo que era, hizo ver la diferencia entre Cristo y él, y se humilló.
Vio dónde estaba la salvación, comprendió que él era sólo una antorcha y temió ser apagado por el viento de la soberbia.
RESPONSORIO Jn 3, 30; 1, 27. 30; Mc 1, 8
R. Es preciso que él crezca y que yo disminuya; el que viene después de mí ya existía antes que yo, * y yo no soy digno ni de desatar la correa de sus sandalias.
V. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con el Espíritu Santo.
R. Y yo no soy digno ni de desatar la correa de sus sandalias.
Himno: SEÑOR, DIOS ETERNO
Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.
Postrados ante ti, los ángeles te adoran
y cantan sin cesar:
Santo, santo, santo es el Señor,
Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.
A ti la Iglesia santa,
por todos los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:
Padre, infinitamente santo,
Hijo eterno, unigénito de Dios,
santo Espíritu de amor y de consuelo.
Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
tú el Hijo y Palabra del Padre,
tú el Rey de toda la creación.
Tú, para salvar al hombre,
tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.
Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.
Tú vives ahora,
inmortal y glorioso, en el reino del Padre.
Tú vendrás algún día,
como juez universal.
Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.
Y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos y elegidos.
La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.
Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice a tu heredad.
Sé su pastor,
y guíalos por siempre.
Día tras día te bendeciremos
y alabaremos tu nombre por siempre jamás.
Dígnate, Señor,
guardarnos de pecado en este día.
Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
A ti, Señor, me acojo,
no quede yo nunca defraudado.
ORACIÓN.
OREMOS,
Señor, que ves a tu pueblo esperando con gran fe la solemnidad del nacimiento de tu Hijo, concédenos celebrar la obra tan grande de nuestra salvación con cánticos jubilosos de alabanza y con una inmensa alegría. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
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