Por gracia de Dios y luego de dos años de arduo trabajo, presentamos aquí nuestro nuevo libro. “Luterándonos” es una reflexión acerca de la vida, obra y consecuencias de Martín Lutero, a quinientos años de una ruptura, que todavía hoy sigue dando ásperos frutos dentro y fuera de la Iglesia.
Siguiendo las fuentes del propio fraile alemán, hemos intentado desentrañar y expresar algunas de las ideas poco divulgadas de esta alma atormentada que hoy varios parecen olvidar.
El libro, que cuenta con algunos ensayos anexos, lleva el prólogo de Luis Fernando Pérez Bustamante (converso del protestantismo) y puede adquirirse tanto en Argentina como en el extranjero.
Que no te la cuenten…
P. Javier Olivera Ravasi
* * *
CONTENIDO
I
Vida y obra de Lutero a partir de sus fuentes
II
La protestantización de la cultura (sólo para edición Amazon)
III
La Fe en los tiempos modernos
IV
¿Magisterio papal o magisterio mediático?
V
Sínodo y Concilio Vaticano II, ¿la misma historia?
VI
Un obispo habla: Entrevista a Mons. Athanasius Schneider
Luis Fernando Pérez Bustamante (del Prólogo)
Muchos fieles católicos pueden preguntarse legítimamente qué ha sucedido en la Iglesia para que se haya pasado de afirmar que «el Protestantismo o religión reformada, como orgullosamente la llaman sus fundadores, es el compendio de todas las herejías que hubo antes de él, que ha habido después y que pueden aún nacer para ruina de las almas» (Catecismo San Pío X, 129) a afirmar que el iniciador del protestantismo es un testigo del evangelio.
Puede que algunos de esos fieles crean que todo es fruto de la confusión reinante en la Iglesia en los últimos años, y no les falta razón, pero se equivocaría quien creyera que el lavado de cara del heresiarca Martín Lutero es una mutación producida durante el pontificado de Francisco (…). El camino para afirmar que Lutero fue poco menos que un santo varón fiel al Señor vino precedido de un lavado de imagen en los pontificados anteriores.
Muy al contrario, este libro del P. Javier Olivera Ravasi sirve para mostrarnos al verdadero Lutero, sus consecuencias y sus alcances. Y la mejor forma de ello es acudir a sus propios escritos.
Aun sabiendo que solo Dios discierne y conoce las intenciones del corazón, ¿cabe decir que tenía verdadera intención de reformar la Iglesia y la fe católica quien escribió esto?:«Cuando hayamos aniquilado la Misa, habremos aniquilado el Papado en su totalidad».
¿Y esto?:
«Yo no impugné las inmoralidades y los abusos, sino la sustancia y la doctrina del Papado».
Como explica el P. Olivera Ravasi, Lutero fue una persona con una trayectoria personal compleja, con graves problemas de conciencia que, en vez de agarrarse a la verdadera doctrina católica sobre la gracia, optó por inventarse falsas doctrinas –su solafideísmo queda desmontado con un simple versículo: Santiago 2,24– y reventar la unidad de la Iglesia.
De todos sus errores, el más grave fue la introducción del principio del libre examen. Cada cual puede interpretar la Escritura según su conciencia, sin que exista una autoridad eclesial que pueda marcar la verdadera interpretación. De semejante principio no puede salir otra cosa que la división y la multiplicación de herejías, pues en multitud de doctrinas habrá tantas interpretaciones particulares como personas interpretando. No es eso lo que Cristo quiso para su Iglesia. Es ella, y no cada uno por separado, «la auténtica columna y baluarte de la verdad» (1 Tim 3,15).
Irónicamente, fue el propio Lutero quien, haciendo de pirómano, se sorprendería de la destrucción del fuego causado por él, según Grisar:
«Hay tantas sectas y opiniones como cabezas. Este niega el bautismo; el de más allá cree que hay otro mundo en el nuestro y el día del juicio. Unos dicen que Jesucristo no es Dios; otros dicen lo que se les antoja. No hay palurdo ni patán que no considere inspiración del cielo lo que no es más que sueño y alucinación suya».
Lamentablemente, la división propia del protestantismo amenaza hoy a la Iglesia. La publicación de la exhortación post-sinodal Amoris Laetitia, cuyo capítulo 8 es difícilmente conciliable con el magisterio bimilenario previo, ha sido seguida de una cascada de pronunciamientos doctrinales y pastorales de obispos y conferencias episcopales que resultan incompatibles entre sí, en especial en todo lo relacionado con el acceso a la comunión eucarística y el sacramento de la confesión de quienes viven en adulterio. Actualmente la fe católica, al menos en cuanto a su praxis sacramental, no parece la misma en Alemania y en la vecina Polonia, por poner un ejemplo.
Como advirtió el cardenal George Pell en octubre del año 2014, «La comunión para los divorciados vueltos a casar es para algunos padres sinodales –muy pocos, ciertamente no la mayoría– solo la punta del iceberg, el caballo de Troya. Ellos quieren cambios más amplios, el reconocimiento de las uniones civiles, el reconocimiento de las uniones homosexuales».
A día de hoy, mientras escribo este prólogo, el papa Francisco no ha tenido a bien responder a las preguntas –dubia– que le plantearon cuatro cardenales precisamente sobre el texto de Amoris Laetitia. Dos de ellos han fallecido ya. Se está cumpliendo la advertencia de San Juan Pablo II en la exhortación postsinodal Familiaris Consortio: «si se admitieran estas personas a la Eucaristía, los fieles serían inducidos a error y confusión acerca de la doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio».
Mientras lean las páginas de este libro, recuerden que Dios, cuando quiere reformar su Iglesia, manda santos y profetas, no heresiarcas y cismáticos. Nada bueno tiene el catolicismo que aprender de Lutero. Cualquier cosa buena que él mantuviera a lo largo de su vida –p.e, cierto cariño a la Virgen María–, ya estaba y está presente en la fe católica antes y después que él.
El mejor favor que se le puede hacer a un luterano, y de paso a cualquier protestante, es predicarle la fe católica a fin de que pueda ser salvo. Porque como bien decían los Padres de la Iglesia, «no puede tener a Dios por Padre quien no tiene a la Iglesia por Madre». Esa es precisamente la razón por la que, por pura gracia de Dios, hace 18 años dejé el protestantismo evangélico para regresar a la Iglesia Católica. Desde ese momento mi fe pasó de depender de mi interpretación personal de la Escritura a ser la fe de la Iglesia de Cristo. Una fe que, hoy más que nunca, necesita ser defendida de aquellos que ensalzan a heresiarcas como Lutero y quieren sumir a la Iglesia en las aguas tenebrosas del modernismo y la protestantización.
Exsurge Domine et iudica causam tuam.
Luis Fernando Pérez Bustamante
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