Con el rocío de tu Sangre preciosa
toca, Jesús, al alma mía,
y que el amor, que a la Cruz te envía,
sea en mí como un lirio y una rosa.
Bello eres, y bella ha de ser tu Esposa,
que de ti se alejó en horrible día;
y olvidándote en su triste lejanía,
deforme se encontró, y también leprosa.
Esposa tuya es el alma del creyente,
y es Esposa también la Iglesia Santa,
que, aun siendo pecadora, es penitente.
Pues eres Tú, Señor, quien la levanta;
tu bondad es su faro y es su fuente,
y tu amor es la voz con que hoy te canta.
Amén.
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